Idiota

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No sabría decir si las calles se encontraban vacías o yo lo estaba, si el frío era tan intermitente o era yo el que se congelaba, si era la duda la que me mataba o si yo ya estaba muerto.

Respiré profundamente y refregué mis manos una con la otra, me obligue a ser objetivo, cerré los ojos y busque en aquella oscuridad propia alguna respuesta, y nuevamente me obligue a dejar mis pensamientos a un lado, a dejar mí pasado a un lado, a dejarlas a ellas a un lado, a dejar de ponerme a mismo a un lado, abrí los ojos y volví a observar mí alrededor, las calles estaban vacías, el frío había dejado incluso una no muy fina capa de nieve por toda la ciudad, y si, definitivamente, yo estaba muerto.

. . .

Ninguna panadería se encontraba abierta, quizás el frío, quizás la angustia o quizás un simple capricho, y claramente lo era, pero quería acompañar mí café con unos grandes bollos de frutilla, o al menos una porción de tarta de frutilla, o una simple frutilla, lo que encontrará primero y me quitase el hambre.

Sentí la necesidad de consentirme, como si de cierta forma todo mí alrededor me dijera que hoy necesitaría hacerlo para no morir en el intento de vivir en este mundo de mierda, pero el mundo parecía empeñado en hacerme saber que para él yo era la mierda dentro suyo, y yo, yo no iba a negarlo, si que lo era, toda mí vida lo era.

. . .

Aquella vieja cafetería estaba abierta desde temprano, siempre lo estaba, me observé en el reflejo y me sentí un idiota, recordé lo que Gilbert solía decirme cuando éramos chicos y hoy de cierta forma odiaba haberlo oído.

"El Genio, siempre El Genio, el único e inigualable, El Genio, no pueden perderlo de vista, ni siquiera él se la quita de encima, reflejo que encuentra, reflejo en el que se admira."

Hoy quisiera decirle que de pequeño me observaba en el reflejo solo para vigilar que por mis ojos no delataran mis secretos, y que ahora lo hago solo para ver si queda al menos un poco de vida en ellos.

Gilbert Ross... Tantas cosas quisiera decirte, gritarte, repetirte.

Mai... Tantas cosas que debiste decirme, tantos gritos que debiste darme, tantos insultos y verdades que te obligue a callarte. No sé dónde estás, pero te juro que la vida me hará encontrarte y por fin podrás decirme a gritos todo lo que por idiota te obligue a callarte.

- ¡Buen día Keith! - Dijo Emily, la cajera, extendiendome un vaso grande de café.

- Buen día Emily - Por si sola una sonrisa se escapó de mis labios, como cada mañana, esa pequeña tenía un don, su alegría llegaba a mí como si se un arcoiris hablase. Se veía tan inocente, tan pequeña y dulce. Emily tenía 19 años, y trabajaba por las noches y la primera hora de la mañana para pagar sus estudios, más de una noche me quedé sentado en estas mesas haciéndole compañía, o quizá ella me la hacía. - Gracias pequeña.

- ¡No hay de que! - Su sonrisa brillaba, me recordaba a ella. - Nos vemos mañana, espero que tengas un lindo día. - Dio un pequeño saltito y extendió su puño y yo extendí el mío chocandolo con el suyo, desde la primera noche que pase aquí ella me obligó a hacerlo, ahora no hay una noche en la que no anhele despertar y esperar ese choque de puños para luego comenzar nuevamente a trabajar.

Di un pequeño sorbo al café y agradecí al cielo por tan bello trago, el café perfecto, el azúcar perfecto, el tamaño perfecto, y la atención perfecta. Deje el dinero en su mano y en la otra un monto pequeño de propina, o quizás no tan pequeño, aun asi al verlo sus ojos brillaron, sabía todo el esfuerzo que ella hacía para poder estudiar, lo merecía, y yo rogaba porque nada en el mundo fuera capaz de romper aquella fragilidad y felicidad, que nadie fuese como tan idiota como alguna vez lo fui yo para lastimar a alguien tan alegre y frágil, pero aún así, guerrera.

La campanilla de la puerta sonó y un hombre mal vestido y desarreglado entro.

- Un café, ahora perra. - Su rostro cambio.

- Enseguida. - Dijo ella un poco nerviosa. Y yo lo noté, tantee en mí bolsillo la placa y en mí cintura el arma reglamentaria y me acerque a él.

- Voy a pedirle que salga por favor.

- ¿Y vos sos? - Dijo armando en la mesa una línea de coca.

- Policía. - Saque la placa y señale la mesa. El hombre se paro de un salto, tomo sus cosas y salió sin chistar del lugar. Me gire y vi a Emily resguardarse detrás del mostrador al verlo avanzar, hasta que la campanilla volvió a sonar haciendonos saber que nuevamente la armonía volvería a reinar.

- Gracias - Dijo con vergüenza y lo odie por ello.

- Solo hago mí trabajo Emy. - Tomé una lapiceras y una servilleta, anoté mí número, tomé otra y volví a hacerlo pero con uno diferente. - Uno es para vos, es mí teléfono de emergencia, pase lo que pase quiero que me llames. - Ella solo asintió, saco del celular su funda y lo guardo. - Y este quiero que lo pegues en la caja, sea quien sea, seas vos o cualquiera de tus compañeras, si estan en peligro, quiero, no, exijo que me llames y luego a la policía. ¿Entendido? - Ella asintió firme. - Bien, tengo que irme, cuídate por favor.

- Vos igual. - dijo con sinceridad.

- Eso intento. - Sonreí por ella y salí de la cafetería. A partir de ahora comenzaba realmente mí día.

. . .

Entre en las oficinas, y aunque recibí más de un saludo solo quería llegar y encerrarme en la mía, en minutos llegaría Erik para arruinar mí armonía con sus teorías conspirativas de mis pocas ganas de vivir. Y como dije no tardó más que dos minutos en intentar tirar mí puerta abajo por sus golpes al intentar que le abriera.

- ¡Ya está! ¡Ahí voy! - Grite con fastidio. Podría volverse insoportable aún manteniendo su semblante serio. Yo solo destrabe la puerta, no llegue a dar un paso atrás cuando el ya estaba dentro de la oficina y en la silla frente a mi mesa.

- Sentate. - Suspiré con fastidio. - Te quiero a las 8 en la sala de juntás, tengo un anuncio muy importante que dar.

- ¿Por fin vas a casarte? - Dije mirando la computadora frente a mí.

- Solo diré esto una sola vez. - Se paró quedando a una altura interesante intentando sonar intimidante. - A las 8:00, no 8:01 ni 7:59, a las 8:00.

- Me estresa. ¿Y si no voy?

- Vas a querer estar ahí.

- ¿Que te hace pensar eso? - Algo en su voz dibujaba seriedad, quizás demasiada, también misterio y eso me jodía.

- Porque es sobre ella.

.

. . .

Holi toy de vuelta.

Este capítulo va dedicado a alexaneko1
Que voto en todos los capítulos, apoyo la historia y me pidió una actualización.

¡Ya estoy escribiendo otro!
Así que... ¡Prontito nuevo capítulo!
✨❤️

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