¿Quien?

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Todo estaba completamente oscuro.

- Keith. - Mai. Esa, esa es su voz, pero, ¿Dónde? ¿Dónde está? Vi su silueta al final del pasillo, intenté correr hasta ella, pero...
- Keith. - Erika. Al otro lado del pasillo estaba ella.
- Keith. - Pude sentir el miedo en su voz. Mai, ya no estaba. Giré a Erika, mierda, ¿Dónde están?
- ¡Keith! - ¡Mierda Mai!
- Mai. ¡Mierda Mai! ¿Dónde estás? -

Todo cambió. Frente a mi ahora había una antigua puerta de madera destrozada y quemada, me resultaba demasiado familiar, pero inmediatamente evadí aquel horrible recuerdo. Aun así, sus gritos desgarradores me estaban atormentando. ¿Erika? ¿Mai? No quería averiguarlo.

- ¡Keith! - Erika. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que elegir a quien ir? A quien salvar... ¿Por qué a fin de cuentas siempre acabamos así? Desde pequeños.
- ¡Erika! - Di media vuelta, otra puerta estaba frente a mí, el piso de madera crujía y de repente un fuerte olor a escombros y ceniza invadió el lugar. El humo comenzó a nublar mi vista. Un grito desgarrador me mareo, caí al piso. ¿Dónde estaban? Mai. Erika. ¿Dónde? ¿¡Dónde están!?

La puerta a mis espaldas se abrió soltando un agudo y tétrico sonido. Y ahí estaba... Mai, y alguien detrás suyo, tomándola por el cuello, pude distinguir un cuchillo en la mano del sujeto.

- ¡Para! ¡POR FAVOR! - Divisé en su rostro aquella asquerosa sonrisa y entre las sobras el cuchillo... - ¡MAI NO! - Desperté.

Mi propio grito me despertó de aquella horrible pesadilla.

Observe el reloj, no había dormido ni tres horas. Tenía taquicardia y demasiada sed. Decidí levantarme. Sería un largo día. Hoy después de 6 años volvería a aquel lugar, aquel donde la vi por última vez. Según me dijo Boris, ella no volvió a comunicarse con nadie del equipo. Y yo, por más que intentara buscarla, jamás la encontraría. Desde pequeños Mai desarrollo esa habilidad, siempre perdíamos jugando a las escondidas contra ella cuando estaba en el instituto. Tenía esa facilidad de pasar desapercibida cuando quería, aunque sabías que ella estaba ahí, era imposible ignorar una energía tan fuerte, aún así, parecía desaparecer, siempre odió eso, siempre odió sentirse invisible, pero aún más odiaba sentirse inferior. Erika no, ella tenía esa luz que al entrar robaba las miradas y los suspiros. ¿Qué digo? Mai también hacía eso, no era nada nuevo estar en el patio y que algún chico se acercara a ella, pero, por alguna razón ella siempre los ignoraba. Papá siempre me dijo que ella era especial. Mai jamás quiso serlo. La niña fuerte, la del fondo, la de los problemas, esa era ella, y Erika, por otro lado, era la niña buena, la tierna, la que todos quieren, la que todos cuidan. Si no las conocieras, si no las tuvieras de frente, jurarías que no eran hermanas, aun así, aun Erika siendo el ángel, Mai era como un ángel de alas negras, como una guerrera, siempre fue quien estuvo delante de quien quisiese hacernos daño. Aunque Gilbert y yo no lo necesitáramos ella estaba ahí.

Aún recuerdo el día que ella apareció en el aula de la mano de mi padre con varios golpes y cortes en todo su cuerpo. Ella simplemente mintió diciendo que se había resbalado entre las montañas, jamás le creímos, y es hasta el día de hoy que no sé qué ocurrió esa mañana. Pero era absurdo ponerme a pensarlo a estas alturas, que importancia tenía algo que sucedió hace 10 años, cuando hoy no se ni como está, o si está bien. Mai siempre cargó con el paso de todos a su espalda, su sonrisa con el pasar de los años se fue apagando, y lamentó decir que fui el culpable muchas veces, aunque, su hermana menor, ella, siempre le hacía sonreír, y Kaela, también Gilbert, pero yo...

Yo, por otro lado, había dedicado mi vida a deducir aquel asesinato y a unas tantas investigaciones a las que había sido invitado por la policía federal. Por las noches el insomnio aparecía para torturarme y traer a mi cabeza miles de fríos recuerdos de lo que alguna vez fuimos, Erika, Mai, Gilbert, y yo. Creímos ser inseparables, hasta aquel invierno, cuando el cuerpo de Erika apareció destrozado y con ella todo lo que construimos, su muerte nos destrozó a todos, Mai jamás volvió a ser la misma, a pesar de sus celos, la amaba y la protegía con su vida, quizás, si me hubiese quedado; quizás, si le hubiese confesado mis sentimientos, quizás ella estaría viva, pero como Mai dijo aquella tarde, soy un cobarde.

Pronto la alarma sonó, anunciando las 5am, me levanté del piso, me había sentado a pensar, a recordarlas, a recordarlas pero se me hacía tarde. Me dirigí al baño y allí estaba, mi reflejo en aquel espejo, me veía detestable, lucia horrible, pero para que mentir, así me sentía. Moría de sueño, las terribles pesadillas que me atormentaban por las noches me destrozaban por el día, aun así, rendía bien. Me cambié, y mi estomagó rugió, tomé un café negro y caliente, quizás así me despertaría, camino a las oficinas buscaría donde comprar algo que desayunar, algo en mi me decía que este sería un muy largo día.

Vete. (Keith Flick)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora