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Caía una suave lluvia sobre Londres aquel lunes. Todo estaba igual, autos iban y venían, la gente intentaban mantenerse seca, los pájaros se quedaban en sus nidos, la señora Hudson estaba haciendo té y quejándose de porque el refrigerador estaba lleno de cosas "extrañas". Experimentos Señora Hudson... experimentos... Contestaría yo mientras intentaba encontrar una posición cómoda en el sillón de la sala. -Te dejaré ahora Sherlock, por favor intenta ordenar este lugar.-Llamó la señora Hudson desde la puerta. -Para eso está usted.- Contesté intentando de concentrarme en el sonido de la lluvia. -No soy la criada Sherlock.- Y sin escuchar lo que tenía que decir, porque la señora Hudson definitivamente actuaba como una ama de casa en vez de la casera, cerró la puerta y bajó las escaleras. Con un suspiro me llevé las manos debajo de la barbilla y me sumergí en un estado de tranquilidad a mi palacio mental.

-Estas estresado querido hermano.- Aquella voz alcanzó mis oídos. Abrí los ojos para ver que estaba sentado en una silla en medio de una gigante sala, ya no podía escuchar la lluvia y cuando miré más de cerca mi alrededor pude observar a Mycroft mejor. Estaba sentado enfrente de mí con una taza de té en la pequeña mesa entre nosotros y sostenía un plato con un trozo de pastel. Incliné mi cabeza hacia el lado y lo observé detalladamente. -No me digas...- No pude evitar las palabras sarcásticas que dejaron mi boca. Me molestaba que un momento como este me enfrentara con Mycroft.

-No intentes actuar superior. Sabes que estas estresado con esta investigación, sabes dónde, cómo y con qué, pero no sabes porque. Y sin eso no sabes cómo probarlo.- Mycroft dijo, dejando el plato en la mesa y agarrando la taza de té. Lo mire ferozmente, intentando de pensar en maneras de como probar que la mujer había matado a su hermano e hijo en el mismo lugar, a la misma hora, a pesar que dijo que estaba en una fiesta en aquel momento.

-Oh, por favor Mycroft, cállate. No necesito escuchar tu voz más de lo necesario... Creí que estabas haciendo otra dieta de todos modos.- En ese momento detrás de Mycroft vi como una puerta se abría para mostrar una habitación con paredes grises y piso de una madera podrida. Las ratas corrían desde un extremo de la habitación al otro, las paredes repletas de hoyos con insectos escurriendo por todas partes. En la mitad de la habitación había dos cuerpos, uno más grande que el otro, sangre los rodeaba y una figura estaba encorvada en la esquina.

Me paré de la silla enfrente de Mycroft, que no se veía afectado por mi comentario ni por mi reacción, y me acerqué a la habitación. Una sensación de adrenalina y entusiasmo inundó mis sensaciones y me llené de interés. Una vez que estaba lo suficientemente cerca empecé a ver las cosas que reformaron este rompecabezas.

La cara del hombre tenía varios rasguños por todas partes y el cuello de la polera estaba arrancada. Le faltaba el zapato derecho, pero sólo la parte del talón estaba sucia, lo cual significa que fue arrastrado. Los pantalones estaban completamente manchados de sangre y vino. Pero lo más interesante fue que el hombre tenía la polera abierta y todo su pecho estaba cubierto en marcas hechas por un látigo.

El niño estaba de una manera diferente. Su pelo rubio estaba desordenado y sangre salía de un corte arriba de su ojo derecho. Su chaqueta estaba doblada debajo de su cabeza, como una almohada, sus brazos rígidos a sus lados. Sus zapatos estaban absolutamente limpios al igual que sus pantalones. Lo que más me llamó la atención fue que el pecho del chico solo tenía una herida de bala. Y la palabra 'lo siento' estaba quemada arriba de su corazón.

La figura en la esquina salió de su escondite y caminó hacia la puerta, dejando caer al suelo una pistola y un cuchillo. Era una mujer, de estatura mediana y era delgada, pelo rubio y ojos verdes. Tenía un vestido azul puesto y unos tacos negros. Una vez que salió de la habitación la mujer desapareció.

Y en ese momento todo encajó. Las ojeras en la cara de la mujer, el labial corrido y su rímel arruinado, me hicieron entenderlo todo. Claramente no lo vi antes, el estado emocional de la mujer me dijo inmediatamente que ella no quería lastimar al niño, lo amaba, pero ella tuvo que matar al hombre.

Para protegerse así misma y a su hijo.

-Vez hermano mío...- Una voz burlona llamo detrás mío. Mis ojos nunca partieron de observar al muchacho y la palabra en su pecho. Comencé a parpadear lentamente mientras colocaba la última pieza del rompecabezas.

Abrí los ojos y lo primero que escuche fue el sonido de la lluvia. Estuve sentado sin moverme por unos segundos antes de levantarme del sillón bruscamente. Agarré mi abrigo y me puse mi bufanda, agarrando mi látigo, salí de mi departamento. Dirigiéndome hacia la morgue, donde los dos cuerpos estaban, donde estaban todas las respuestas.
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-Jose

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