Prólogo

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– ¡Nina! ¿Ya estas despierta? Se te va a hacer tarde y vas a perder el vuelo -diablos mamá- y todavía tienes que desayunar y despedirte de te papá y tu hermano antes de que se vayan.

Abro los ojos y empiezo a observar mi habitación y sigue igual tan rosa como puede ser en cuarto de una niña de 6 años, no me dejaron pintarla y ahora menos que me voy a la universidad.

Me destapo mientras me estiro para ver el despertador y sólo son las 8:00 am, odio cuando mi madre le pone tiempo el tiempo puedo preguntarle « ¿Qué hora es? » y ella me diría «Las 9:00 cariño» cuando en realidad son las 8:30, me levanto y me dirijo al baño, me veo en el empajo y estoy hecha un desastre, por horrible que sea babeo en las noches, es normal en cualquier humano.

Pongo música y me ducho, tengo una costumbre de cuando me voy a bañar tengo que poner música o sino siento que alguien me observa y empiezo a recordar todas las películas de terror en las cuales a la chica le pasa algo malo mientras se está bañando, cuando termino de arreglarme (que no es mucho porque no uso mucho maquillaje y en realidad nunca me peino) bajo a la cocina.

– Hasta que bajas, tu papá está cambiándose y tu hermano aun no baja –pone sus manos alrededor de su boca- ¡Bryan, baja ya o voy y te traigo aquí aunque estés en calzoncillos!, este hermano tuyo va a matarme de un coraje algún día, no pude tener solo hijas mujeres, esto de crear un adolescente…-cuando mamá empieza a divagar no hay quien la pare así que cambio de tema- oye mami ¿Qué me vas a hacer de desayunar? –le sonrío tiernamente- tu princesa se va de casa y vuelve hasta acción de gracias y la verdad quiero comer bien antes de irme, voy a extrañar tus comidas cuando este en el campus.

– ¡oh cariño¡ te voy a extrañar mucho, aun me acuerdo cuando eras apenas una bebé o la primera vez que hablaste –dice con los ojos clavados en mii- mejor cierro la boca porque si no voy a ponerme a llorar como una loca, aún no puedo creer que ya estas yendo Stanford ¡está muy lejos de casa! Espera llamaré a tu padre ¡Robert, baja ya Tenemos que llevar a Nina al aeropuerto! Ya sé de donde saco tu hermano lo lento, bueno toma asiento que te voy a hacer el desayuno.

Me siento en la mesa y veo a mi hermano bajar las escaleras, mi hermano es dos años menor que yo así que el aun va al instituto y es un poco rebelde lo cual tiene a mamá preocupada todo el tiempo, no es un chico malo pero tampoco es el hijo perfecto, aun así, es mi hermanito y los voy a extrañar cuando me marche.

– Toma asiento Bryan, estoy sirviendo el desayuno –dice mamá- ¡Robert! ya baja, se está haciendo tarde.

–Ya voy jules, no sé porque te estresas tato aún falta una hora y media para que salga el vuelo de Nina –papá me observa- oye cariño, cuando llegues a Palo Alto nos envías un mensaje o nos llamas –me dice- Bryan deja el celular, es muy temprano.

Bryan solo lo mira y baja el celular, si como que mi hermano no es muy hablador en casa, tomo mi celular y observo mis notas para ver que me falta y observo que lo más importante no ha sido arreglado. –Oye papá, cuando regresen de dejarme ¿puedes mandar  por paquetería las cajas que están en mi habitación? Por favor –pongo mi cara de bebé- él nunca se resiste a ellas, así es como le saque la remodelación de mi habitación.

–Claro cariño, ¿Cuántas cajas son?

–Son cinco y hay unos que ya no tuvieron lugar así que se quedan aquí y cuando vuelva por acción de gracias me los llevo –soy una gran lectora, creo que empecé a leer a los  once años y desde entonces no lo he dejado- en especial amo el thriller y la poesía tengo una obsesión con los poemas de amor, tengo una antología de poemas que es hermosa.

Papá me observa y asiente, mamá pone unos platos rebosantes de fruta frente a nosotros y café para mí y papá porque sabe que tenemos adicción al café, y a mi hermano un batido de plátano. Comemos en silencio, cuando termino, me lavo la boca y subo a mi habitación, sinceramente la voy a extrañar, tomo mis maletas y bajo las escaleras.

–Bueno, hay que ir subiendo al auto –digo- Papá toma su llaves y su maletín, salimos de la casa y subimos al auto, observo el lugar donde he vivido toda mi vida mientras avanzamos por nuestro vecindario recuerdo todo lo que viví en esos lugares de pequeña y me digo a mi misma que es  bueno decir adiós para crecer, pero en realidad es muy difícil despedirte de todo lo que has conocido para poder crecer.  

« Las cosas que mueren jamás resucitan, 
las cosas que mueren no tornan jamás. 
¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda 
es polvo por siempre y por siempre será! »

                     -Alfonsina Storni 

Proyecto: Vida NormalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora