Existe en la punta de Trouville de la Rambla Gandhi de Montevideo un castillo lleno de encanto y misterio. Se trata de una de las construcciones más enigmáticas de la ciudad y ha dado lugar a una gran cantidad de leyendas mágicas.
Su propietario y constructor, don Humberto Pittamiglio, nació en Montevideo hacia el año 1887, y llegó a hacerse un personaje muy famoso en el país en las décadas del veinte y el treinta, cuando el Uruguay era todavía muy provinciano. Se lo recuerda como una persona muy inteligente que desarrolló una admirable carrera política y que cosechó respeto y la admiración de muchos compatriotas. Se dice también que poseía un espíritu muy sensible a todas las expresiones del arte, del paisajismo y de la arquitectura, y de hecho él fue propietario de una empresa de construcción que se colocó entre las más importantes de aquellos años. Pero por sobre toda otra cosa, los habitantes de la ciudad lo recuerdan por su notoria vinculación al arte milenario de la alquimia.
De ahí que su biografía haya dado lugar a numerosas leyendas sobre la materia, tales como su casi milagroso ascenso económico y social (su padre fue un humilde zapatero remendón y él a los veintiocho años era edil, a lo veintinueve Presidente de la Comisión Departamental de Educación, y a los treinta y uno Ministro de Obras Públicas del gobierno de Baltasar Brum), su cambio de nombre (pues el nombre de pila original de Pittamiglio era "Umberto" y sólo más tarde se transformó en "Humberto", logrando de ese modo que el mismo incluyera la letra "H" -que se encuentra en el nombre de Hermes, referente de los grandes alquimistas de todos los tiempos- y que estuviera conformado por ocho letras -cifra que posee un destacado lugar en la simbología de la alguimia-), la interpretación de algunos de sus libros (en especial "La iluminación en la ciudad de Montevideo", de 1915, que si bien superficialmente parece hablar de la red lumínica de la capital en todo momento hace también referencia a otra luz: la luz del conocimiento, como si fuera una especie de mensaje en clave propio de un iniciado), su amistad con algunos reconocidos alquimistas (sobre todo con don Francisco Piria, probablemente su maestro e iniciador en el arte y la disciplina de la Alquimia) y algunas cláusulas extrañas de su testamento (como por ejemplo, aquella que estipula que su patrimonio sería donado como propiedad municipal hasta el momento en que él vuelva reencarnado). Sin embargo, parece no haber dudas de que el testimonio más visible de esta faceta sea, precisamente, el castillo Pittamiglio, acaso su obra más importante.
Este castillo comenzó a construirse hacia 1911, y siguió construyéndose durante cincuenta y cinco años, sumando cada vez nuevos elementos a su arquitectura. Esto ocurrió hasta el año 1966, cuando don Humberto falleció y el edificio fue declarado "obra inconclusa". Se trata de una réplica casi exacta de muchos otros castillos construidos por los Caballeros Templarios que existen desperdigados a lo largo y a lo ancho de toda la campiña francesa. Sus instalaciones son muy poco convencionales, y al espectador puede no gustarle el diseño del castillo, conforme los parámetros de la arquitectura contemporánea. Aún así, el mismo repite un plan que se encuentra en infinidad de construcciones templarias: la edificación de una casa cuya propia arquitectura es pensada para que sea un espejo y un testimonio eterno del propio proceso de aprendizaje del iniciado en la alquimia.
En primer lugar, llama poderosamente la atención la gran cantidad de símbolos alquímicos que hay desperdigados en él. No en vano hay quienes lo definen como una especie de libro de cuatrocientas páginas, pues posee cuatrocientas paredes, o al menos esto era así en algún principio, antes de las refacciones que se han realizado contemporáneamente. En el interior de este sitio circula una energía muy especial, que uno puede percibir desde el momento en que ingresa, y dentro de la casa hay sitios que concentran más energía que otros. Uno de ellos es el lugar en dónde se encontraba el laboratorio particular de don Humberto. Otro, es una cámara llamada el "octógono", es una especie de templo que todos los alquimistas construyen en sus casas y que Humberto utilizaba para estudiar y meditar. Dentro de la simbología de la alquimia el octógono es importante, pues remite a la cuadratura del círculo, que a su vez representa la unión sagrada entre el círculo (el Cielo) y el cuadrado (la Tierra). Aunque también en otras instancias del castillo se ve la constante repetición de figuras y grupos de ocho elementos.
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Voces Anónimas
HorrorEl presente libro contiene una recopilación de relatos, historias y leyendas mágicas recogidas de la tradición oral de diversos países del mundo. Se trata de una adaptada al formato literario de algunas de las más destacadas narraciones salidas al a...