Fiesta de graduación

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Me llamo María Carmen, pero me guts que me digan carmen soy profesora en un instituto. Esto que os voy a contar me pasó hace algunos años. Fue una de las mejores noches de mi vida.

Como ya os he dicho, soy profesora de lenguas, tengo 42 años y estoy felizmente casada y tengo un hijo maravilloso. Siempre me he considerado una mujer del montón, mido 1,74 e intento cuidarme para que los años no se noten demasiado. Siempre he pensado que tenía unas buenas piernas, aunque ahora la celulitis las haya estropeado un poco. Mis tetas no son muy grandes, pero sé sacarles partido con unos buenos escotes que hacen que mi marido no pueda evitar que se le vayan los ojos. A mi marido y algún que otro hombre. Aunque suelo ir vestida de forma sencilla confieso que siempre me ha gustado que alguno que otro me haya dado un buen repaso con la mirada. Que os puedo decir, a una le gusta saber que todavía puede levantar pasiones.

La noche que ocurrió lo que os voy a relatar era muy especial para mí. Era la fiesta de fin de curso de mis chicos. Así llamaba yo a mi grupo de segundo de bachillerato. Los había tenido desde que empezaron la ESO y se había convertido en el mejor grupo con el que haya trabajado nunca. Eran listos, aplicado y les gustaba participar en clase, sin excepciones. Con el paso de los años, y al ser su tutora, fui consiguiendo convertirme en muchas ocasiones en confidente y amiga para ayudarles en ese camino tan complicado que es el paso por la adolescencia. Y sobre todo eran mis chicos porque en ese grupo estaban mis dos alumnos más brillantes, Pablo y Carlos. No solo eran estudiante de matrícula, también eran educados, divertidos y brillantes a todos lo niveles. Tanto académicos como personales. Eran, pues eso mis chicos.

Para esa noche me pude un vestido negro que un amplio escote y una falda por encima de las rodillas. No suelo llevar tacones, pero sé que sirven para realzar mi culo no pude evitar la tentación de ir algo más provocativa de lo normal para intentar resaltar sobre mis compañeras. Tras la ceremonia de despedida y entrega de premios, donde mis chicos me dedicaron un discurso que casi consigue que me ponga a llorar, teníamos una cena en un salón de bodas cerca del instituto. Para allá me dirigí con mi coche para disfrutar de la última noche con mi grupo de alumnos favorito. Cuando llegué todavía no había venido el autobús que traía a los que no tenían coche, así que hice tiempo tomándome una cerveza. Al poco rato empezaron a llegar compañeros profesores y alumnos y el salón se fue llenando de caras alegres, abrazos y risas.

Cuando entraron por la puerta Pablo y Carlos me fui corriendo a darles un abrazo y agradecerles el discurso que me habían dedicado.

- Gracias chicos. -dije- Casi me hacéis llorar con vuestro discurso.

- No dijimos nada que no fuese cierta. -dijo Pablo- Has sido más que una profesora para nosotros.

Y los dos me volvieron a dar un abrazo. Por el olor de su aliento puede notar que habían empezado la fiesta por su cuenta y al hablar se les notaba ya algo achispados. En fin, es normal. Para ellos es un día muy especial.

- Una foto, una foto – Reclamaba Pablo al fotógrafo que habíamos contratado.

El fotógrafo se acercó a nosotros y pegándonos los tres a la pared se pusieron Pablo y Carlos uno a cada lado. Yo paso mis brazos por su cintura para que se acercaran y ellos pusieron sus manos en mi espalda.

- Sonreí

Pero mi sonrisa se quedó congelada cuando note que, primero una y luego otra, las manos de Pablo y Carlos bajaban hasta mi culo. Me quedé de piedra, solo pude aguantar la sonrisa mientras el fotógrafo nos sacaba varias fotos para asegurarse de que quedábamos bien. Mientras tanto, los dos apretaban mis nalgas como si no pasase nada.

- Bien, esto.. vamos, a pasarlo bien. – conseguí decir.

- Si, claro. Vamos a seguir saludando a la gente – dijo Carlos un poco nervioso a darse cuente de lo que había pasado.

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