𝔓𝔯𝔢𝔱𝔱𝔶 𝔖𝔞𝔳𝔞𝔤𝔢 | 適 応

six | 適応

Sunoo ya tenía algunas copas encima, no las suficientes como para estar ebrio, pero sí las suficientes como para sentirse más ligero.

Bailaba en la improvisada pista junto a sus tres amigos y dos chicas desconocidas.

Movía sus caderas al ritmo de la música latina que sonaba a través de los grandes parlantes.

"Te volví a probar

Tu boca no pierde el sabor a caramelo

Nos dejamos llevar

Tú eres mi bandolera y yo soy tu bandolero"

Sintió unas manos posarse en su cadera y como su espalda chocaba contra un fuerte torso.

Sonrió al saber de quién se trataba; nada más ni nada menos que la persona que no le quitaba la mirada de encima desde la mañana.

—¿Tan desesperado estás? —preguntó divertido.

JungWon gruñó y pegó su pelvis contra el trasero del rubio.

—Tú me debes algo —susurró con voz ronca en el oído del menor.

Sunoo carcajeó y asintió.

—Vamos arriba, ahí están las habitaciones.

Tomó la mano del pelinegro y lo jaló unos pasos.

—Hyung, voy a necesitar la habitación —anunció.

SungHoon asintió, sacando una llave de su bolsillo y entregándosela a Kim.

El menor agradeció rápidamente antes de jalar nuevamente a Yang en dirección a las escaleras.

Subieron cada escalón con rapidez, con la desesperación de poder llegar a su destino y comenzar con aquello que los había motivado a ir a esa fiesta.

Se detuvieron frente a una puerta de fina madera oscura, y ni bien Sunoo la abrió, ya se encontraba acorralado contra una fría pared y con el mayor devorandole la boca.

A tientas, Sunoo buscó el seguro de la puerta, poniendo éste antes de saltar sobre el pelinegro.

JungWon tomó al menor por los muslos y estampó su delgada espalda contra la madera barnizada de la puerta.

Sus lenguas se encontraron, comenzando una pelea por el dominio.

El piecing en la lengua de Sunoo rozaba con el aro en el labio inferior de JungWon, haciendo aún más caliente la situación.

Al final, ninguno de los dos se dejó vencer, por lo que, a duras penas, se separaron.

Sin perder mucho tiempo más, Yang devolvió al rubio al suelo, poniéndolo de espaldas a él y haciéndolo quedar atrapado entre su cuerpo y la puerta.

Sus traviesas manos viajaron por la esbelta figura del chico, recorriendo su cuerpo con desesperación.

—Bien, debo admitirlo, eres más caliente que cualquier chica con la que haya estado.

Sunoo hubiera soltado algún comentario descarado, como era ya algo común en él, pero es que ni siquiera había notado el momento en el que las grandes y frías manos del mayor se habían colado dentro de sus pantalones, acariciando el bulto formándose dentro de su ropa interior.

—Oh, mierda —gimió Yang— ¿de verdad traes bragas?

El rubio rió bajo, echando su cabeza hacia atrás y reposándola sobre el hombro izquierdo del más alto.

Con habilidad, el pelinegro envolvió la erección del menor con su mano, recorriéndola de arriba hacia abajo y dando ligeros apretones; Sunoo gemía agudo, arqueando su espalda y pegándose más a la dura entrepierna del alto.