Segunda cita

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-Hola Paulina -dijo la psicóloga, si que me estaba esperando.
-Hola.
-¿Cómo estás?
-Normal.
-Te refieres a un promedio entre bien y mal ¿verdad?
-Exactamente.
-Bueno, ¿recuerdas que me dijiste que te sentías vacía?
Asentí.
-¿Podrías explicarme ese término?
-Umm... A eso me refiero con "estar Normal". Siento que algo me falta, pero no sé qué es. O tal vez lo sé, pero ya me cansé de intentar conseguirlo. Llegué a ese punto en el que todo me da igual, donde la única cosa que me importa es el final.
-¿Final?
-Si, qué ironía ¿no? Hay personas que sólo buscan tener un "Final Feliz" pero yo no. A mi ya lo único que me importaría tener es un Final. Sólo final.
Volvió a quedarse pensativa, pero esta vez agregó notas, tachó, volvía a agregar y así... Su ciclo.
Terminó, al fin. No es que me cayera mal, era dulce. Pero era irritante hablar en tono "psicológico". Ya saben, que me trate como loca.
-Bueno, supongo que está aquí para ver los diagnósticos -se dirigió a mi padre.
No sé por qué me importaba tanto saber, tenía miedo. ¿Me recetarán algo? No quiero nada. Sólo quiero salir de aquí.
-Tengo dos opciones, una derivada de la otra. Lo que nos ayuda a diferenciar es la gravedad.
-¿Cuáles son? -preguntó mi padre con cierto grado de angustia. 
-La más leve sería depresión, pero con un grado avanzado, ya que, según mis expectativas ya tiene tiempo con ella. O esquizofrenia, pero leve.
En ese momento solté un chillido, en seguida salí del cuarto y me dirigí a un sillón, me senté y, como siempre, me puse mis audífonos. A todo volumen estaba escuchando la música, llorando. ¿En serio? ¿Depresión? ¿Esquizofrenia? Qué patética eres, Paulina. Y aún más patética llorando.
Al parar de llorar, retomé la razón. Mi padre estaba saliendo del cuarto. Agradeció a la psicóloga y nos fuimos. No quería escuchar nada, no quería hablar, no quería hacer nada. Sólo quería salir de este maldito infierno que se apodera de mi. 
Al llegar a casa, me encerré en mi cuarto sin darle oportunidad a mi padre de dirigirme la palabra. Media hora más tarde, salí para entrar al baño.
-¡Ey! Antes de que te metas al baño -dijo mientras salía de su cuarto, que estaba al lado del mío. Pero de alguna forma se dio cuenta de que por fin salí, sin que me obligara, de mi respectivo cuarto. 
-¿Qué?
-¿Estás bien? 
Asentí.
-Al rato llegará mamá y le diré ¿vale?
Volví a asentir. 
-Por mientras... ¿Quieres un helado?
-Si, sólo deja entro al baño. Gracias. 
Aunque le hubiera dicho que estaba bien, él sabía que no lo estaba. No era lo suficientemente tonto para creerse tal vil mentira. Y era cierto, estaba devastada, no es fácil vivir con esto. Gracias a Dios mi consulta es el próximo fin, lo que me ayuda a despejarme un poco. 
Al entrar al baño, golpeé la pared con ambos puños hasta dejarme raspadas. Estaba en serio furiosa. "Patética", me decía mi mente una y otra vez...

Canciones de amor y suicidioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora