El mundo de la hechicería siempre ha estado marcado por grandes chamanes, pero durante la Época Dorada, existió una joven que tenía el mundo a sus pies, era temida por hechiceros y maldiciones, pero así como ella representaba la bondad, es bien cono...
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"Para que Sukuna-sama obtenga todo su poder, es necesario que ella sea asesinada".
"Esa mujer de la que hablas es mi hermana, así que te recomiendo cerrar la boca, Uraume".
"No parece que le tengas especial aprecio luego de dejarla a su suerte".
"A pesar de los siglos parece que tu inteligencia no ha evolucionado lo suficiente, querida".
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Los gritos de cierto joven azabache trajeron a la realidad a la menor, sacándola de aquella recurrente pesadilla que ya la había dejado sin dormir más de una noche, pero ahora era su compañero de habitación quien estaba ahí para culminar con su velada.
La joven giró a su derecha, tomando su celular de bajo su almohada y revisando la hora, ignorando por completo al chico a los pies de su cama y aprovechando para revisar sus redes sociales y desactivar un par de alarmas, para por fin sentarse y sonreírle a su querido amigo.
―Yuta... Puedes relajarte, mi vuelo parte a las 8 de la mañana, y aún son las 4, así que tengo tiempo para prepararme y llegar al aeropuerto a las 6, ¿sí? ―La albina se levantó de su cama para dar un abrazo al mayor, y es que luego de meses juntos sería un tanto complicado separarse. ―Voy a extrañarte mucho... Me pregunto para qué necesita Gojo que vuelva a Japón...
―No tengo idea, pero si incluso arregló todo para que no tuvieses problema alguno, debe ser importante, Rei-chan. ―El muchacho sonrió ligeramente para después separarse del abrazo y caminar rumbo a la cocina del departamento.
"Siempre tan tímido..." Aquello pasó por la mente de Rei, pero a los segundos volvió a la realidad y se dedicó a ordenar su cama rápidamente, a la par que hacer un chequeo rápido de su maleta y las cosas que necesitaría para su viaje, obviamente agregando a su equipaje como último detalle una bella foto.
