Capitulo 3 : BMTH

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—Señora, ¿usted de casualidad no ha visto un bolso así- le hice algunos garabatos con mis manos para que me entendiera. Ella solo se limitó a girar la cabeza a modo de negación.

Aun no llegaba el maestro y mis compañeros así que volví rápido a la tienda y pregunté a la señora que me atendió después de haber pagado mis snacks si había visto mi bolso.

Solté un gran bufido y salí del sitio—no sin antes agradecer para no ser grosera— porque ya era hora de la clase y no me gustaba llegar tarde. Mientras caminaba simplemente me imaginaba en mi cabeza el sermón tan grande que me daría el maestro solo por haber perdido las partituras.

—Hola Christine, ¿cómo estás? —Estaba mirando mis zapatos jugando distraídamente con mis dedos hasta que noté esa voz a mi lado. Al levantar la cabeza noté que era Valentina.

Era una chica con poca vida social, solo le interesaba el estudio para poder salir adelante y abrir su propia empresa de diseño de modas. Su familia es demasiado humilde, pero la criaron con buenos valores y eso era lo que importaba. Solemos compartir gustos casi parecidos —y digo casi porque juzga mis goldfish pero en el otro lado nos gusta los mismos libros y las mismas autoras y teníamos algo de qué hablar y podía compartir mis puntos de vista sin que nadie me juzgara —dígase en mi idioma mi madre y la perra de inglés jamás me denigro por tener más dinero que ella o algo así y era lindo tenerla alrededor.

—De todo menos bien. —Hice un puchero lleno de hastío. —Acabo de perder la maleta y regrese al sitio, pero no saben quien la tiene. Así que estoy modo conejo asustado. —le contesté a su pregunta con un leve temblor en mi voz que no sabía que tenía.

—Eso si es algo raro, pero no te puedo ayudar lo siento.

Pase un poco de tiempo charlando con ella de uno de los nuevos libros de Penélope Douglas, credence. Es una de las mejores escritoras de la plataforma de goodreads y es demasiado increíble en lo que hace. No pudimos terminar de hablar de las teorías conspirativas que teníamos con el final porque ya había llegado el maestro con los demás estudiantes y yo no me había preparado mentalmente para el sermón más largo de mi corta existencia.

—Maestro, ¿sabe quien es la persona mas idiota en este mundo? —le pregunté subiendo y bajando las cejas a modo de broma para aliviar el golpe.

—No lo diré, porque tú y yo sabemos quien es esa persona. —me hizo una mirada sugerente haciéndome quitar toda broma en mis palabras y que hablara rápido.

—Fui a la tienda de la esquina a comprar unos snacks y perdí mi maleta donde estaban las partituras y cuando regrese ya no estaban así que no se que hacer. —lo dije todo tan rápido que hasta podía hacer un rap por la velocidad en que lo escupí haciendo una sonrisa para aliviar la noticia.

El no dijo nada, pero se notaba por el modo en que me miraba que se ahorraba la regañada porque sabe que conmigo eso no funciona. Se retiró lentamente y yo pude expulsar todo el aire que no sabía que estaba conteniendo.

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Ya habían pasado dos horas desde que inicio la clase y el tuvo algo de compasión conmigo revisando las partituras más básicas que teníamos porque esas si me las sabía de memoria. En todo este rato que había transcurrido no podía dejar de sentirme algo culpable por lo que pasó, pero a la vez aliviada porque no suelo cargar muchas cosas dentro de la maleta, así como joyas o algo por el estilo. Si hubiese perdido algo de extremo valor ya debería haber enviado las cartas de invitación a mi propio funeral.

Ya habían pasado dos horas desde que inicio la clase y el tuvo algo de compasión conmigo revisando las partituras más básicas que teníamos porque esas si me las sabía de memoria. En todo este rato que había transcurrido no podía dejar de sentirme algo culpable por lo que pasó, pero a la vez aliviada porque no suelo cargar muchas cosas dentro de la maleta, así como joyas o algo por el estilo. Si hubiese perdido algo de extremo valor ya debería haber enviado las cartas de invitación a mi propio funeral.

La tranquilidad de su vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora