5 Represalias

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Todo está en marcha, ya no hay vuelta atrás, ha presentado las pruebas y ayer detuvieron a Robert y el resto de los integrantes de esa organización de prostitución y droga. Su jefe no parece decantarse por una reacción al respecto, no se ve muy contento porque le haya estropeado su proveedor de entretenimiento, aunque tampoco le hace gracia la posibilidad de haber estado follando con mujeres sin ninguna voluntad. Por otra parte, él mismo le ha asegurado que destapar una red así puede tener más beneficios a la larga pese a que la gente se cuestionará sobre el uso de esos servicios que les ha llevado a resolver el entuerto. Patrick espera tener un poco de paz para poder seguir realizando su trabajo como siempre, sin más complicaciones de las que ya tiene.

Sale a la calle para regresar a casa, Jane cada vez está mejor, esos brotes de mal humor han pasado, no tiene constancia de que tenga pesadillas y la paranoia ha pasado hace tiempo, ahora sólo necesita seguir apartada de tentaciones, pero está orgulloso de todo lo que ha logrado en unos meses. Ahora su casa parece más un hogar acogedor. En sus labios se forma una sonrisa mientras piensa en una sesión de cine, discutir por quién hace las palomitas y quién elige la película, las protestas de Jane porque siempre pierde y le toca elegir, las risas de uno y otro en esa diferencia de opiniones y Mycroft sentado observándoles como quien ve un partido de tenis, y esos gestos dulces cada vez más frecuentes que lo caldean por dentro. No ha tenido nada de eso en su infancia ni adolescencia, no ha sabido propiamente lo que es la amistad, el cariño y el amor hasta que salió de esa casa de Nueva Jersey para ir a la universidad.

Alguien tira de él sorpresivamente metiéndolo en un callejón para alejarlo de la calle principal. Los golpes no se demoran en llegar, Patrick no ataca, son tres matones estúpidos con el rostro apenas cubierto, no serviría más que para cabrearlos más y acabar peor. No sabe mucho de cariño, pero de eso sí sabe, lo mejor es no oponer resistencia y tratar de encajar los golpes de modo que causen el menor daño, al independizarse ha recibido clases al respecto, aunque entonces descubrió que la mayoría de cosas ya las tenía grabadas a fuego por el instinto. Detiene un golpe hacia su rostro con el antebrazo derecho, un golpe en el estómago le hace doblarse pese a que recula un poco restando así parte de la potencia. Le hacen caer y no puede hacer mucho más que ovillarse como un niño, como el niño que fue. Recuerda vívidamente la paliza que le dio su padre cuando tenía siete años por entrometerse, esa en que podría haberle abierto la cabeza con una botella vacía de no haber parado el golpe con el brazo, su madre sólo estuvo preocupada por si se lo llevaba alguien y ante ello se había negado a ir al hospital, su hermano le ayudó a sacar los cristales del brazo y a vendarlo; después dejó de tratar de buscar una atención que no obtendría y así evitó más golpes, o la mayoría.

—Esto es por las calumnias, si no las retiras nos aseguraremos de que no vuelvas a hablar —dice uno de sus atacantes, le propinan unas patadas más y se marchan.

Patrick se queda unos segundos ahí respirando de nuevo, en cierto modo comprobando que todo esté en su sitio o dejando que lo vuelva a estar, que los músculos que se han tensado pese a su intento en lo contrario se relajen. Se levanta apoyándose en la pared, va a sacar el móvil, pero el brazo izquierdo duele, se teme que le han roto algo al parar los golpes, lo saca con la otra mano y comprueba que milagrosamente sigue entero, aunque él no se sienta para nada así, y llama a su contacto en la policía, tiene que denunciar el ataque, es el único modo de conseguir más protección para que al menos Jane siga segura en su casa y tratará de describir a los asaltantes lo mejor posible. Sabe cómo funciona la calle, si retira la acusación lo matarán igualmente por si acaso o cada equis tiempo le darán un recordatorio de por qué tiene que mantener la boca cerrada; ni se le ha pasado por la cabeza obedecerlos.

El policía que cada vez se parece más a un amigo que a un simple contacto llega a los pocos minutos, pero lo lleva al hospital en vez de a la comisaría sin que pueda poner objeciones, por el camino le va dando los detalles, no es hasta que están cosiéndole aquí y allá y escayolándole el antebrazo que piensa que debería de haber llamado a Jane para decirle que llegaría un poco más tarde, no quiere preocuparla hasta que sea inevitable, ahora la mentira le parece demasiado clara.

Un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora