3 Pesadillas

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No hay nada a su alrededor. En realidad no ve nada a su alrededor. Todo está oscuro, completamente negro. Levanta las manos y trata de vérselas acercándolas a su rostro, pero no ve nada. La oscuridad es tan profunda que parece que vaya a engullirla en cualquier momento. Siente el miedo crecer en su interior, escucha su respiración acelerarse y se obliga a cerrar los ojos con fuerza. Hasta ese momento todo ha estado en silencio, pero las voces empiezan a llegar, voces que conoce, pero que parecen distorsionadas cuando llegan a ella, macabras, estridentes. El ruido hace que le chirríen los oídos y tenga que tapárselos con las manos, pero no sirve de nada, las voces siguen escuchándose incluso más fuerte que antes.

Tiembla cuando unas manos babosas se posan en sus hombros y bajan por su espalda, son como tentáculos que la atrapan. Quiere gritar, pedir ayuda, pero uno de esos tentáculos le tapa la boca. Su sabor es muy conocido para ella, sabe como la droga que ha arruinado su vida, sabe a cocaína y Jane se revuelve, quiere escapar, pero cada vez hay más de esos tentáculos que la sujetan y la arrastran hacia lo más profundo de esa oscuridad. Va a morir, lo sabe, es algo muy claro, pero ella no quiere morir, ella quiere vivir, quiere saber lo que es no estar atada a algo, quiere tomar esa oportunidad que Patrick le ha dado.

"Vas a morir, puta".

Es esa voz, la de su chulo, pero más tétrica, macabra. Reúne fuerzas de donde no tiene y muerde ese tentáculo que sabe coca, entonces grita, grita con fuerza y patalea. Quiere vivir.

Siente unos brazos rodearla e incorporarla, al principio se revuelve confundiéndolos con los tentáculos, pero la voz de Patrick se hace paso en la pesadilla demostrándole que está equivocada, que esos brazos son los que siempre la salvan.

—Jane, vamos, despierta, mírame, eso no es real, yo lo soy.

Ella abre los ojos aún desorientada.

—Patrick... —el nombre de él sale como una súplica y lo abraza con fuerza.

—Sí. Era una pesadilla. Respira, ya pasó —contesta, la mantiene abrazada por los hombros y mira hacia un lado, se acaba de dar cuenta de que la chica duerme sin nada de ropa.

Jane no lo suelta, se siente segura con esos brazos sujetándola, con ese aroma que le recuerda que está segura. Aún siente el sabor de la coca en su boca, eso aumenta la necesidad de tomar un poco, una raya, recaer, y aprieta su abrazo.

—Lo siento...

—¿Por qué? Me ha despertado Mycroft, lo has preocupado y ha hecho bien —objeta, ante su reacción se mantiene en esa posición un poco más.

—Normalmente me despierto sola... —explica tomando una honda respiración y levanta la mirada—. No quiero molestarte más.

—No me molestas —contesta y la suelta despacio, comprobando que ella tenga pillada la sábana con los brazos—. Y las pesadillas no son algo que puedas controlar, además ya dijo el médico que tener sueños vívidos podía ser un efecto secundario —razona y levanta una mano para retirar las lágrimas de sus mejillas con una caricia.

Jane ladea la cabeza hacia ese toque dulce, ¿cuándo fue la última vez que sintió algo parecido? En ese momento se percata de que él sólo lleva la camiseta y los calzoncillos, claro que eso ya es más de lo que lleva ella. No tiene complejos con su cuerpo, ni con mostrarlo, pero con él es diferente.

—Me atrapaba de nuevo, me arrastraba y ya no había marcha atrás —le cuenta acurrucándose un poco en la sábana.

—Eso no va a pasar, eres más fuerte —asegura y se mueve para girarse y apoyar ambos pies en el suelo, quedando de lado, en vez de seguir con una pierna doblada como había hecho por las prisas de llegar hasta ella, despertarla y sostenerla—. ¿Podrás seguir durmiendo? ¿Necesitas algo?

Un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora