2 Paranoia

2 0 0
                                    

Recoge sus cosas, apaga el ordenador y sale del despacho.

—No te quedes a dormir de nuevo, Billy —dice con condescendencia al hombre más joven cuando se lo cruza por el pasillo.

—No me quedé a dormir —protesta el otro azorado.

Patrick eleva una ceja cuestionadora y una sonrisa burlona vibra en sus labios por toda respuesta, le encanta molestar al chaval, esa vez amistosamente, otras para mantenerle despierto por su bien.

—Hasta mañana —se despide y entra en el ascensor.

Llega a la calle y se pregunta si el cielo le dará una tregua para llegar a casa sin acabar hecho una sopa, su casa no queda muy lejos por lo que suele ir andando, además le gusta sentir la calle, mezclarse con la multitud por unos minutos y ver retazos de las vidas de otras personas ajetreadas, felices, preocupadas... en Nueva York hay espacio para todo tipo de personas, es una ciudad cosmopolita llena de oportunidades y eso le encanta. Cuando era niño siempre miró la ciudad con anhelo desde el otro lado del puente, en Nueva Jersey, ahora cuando mira a la otra orilla sonríe orgulloso de sí mismo, satisfecho de haber podido salir de allí, ir de lo más bajo, más de lo que cualquiera de su entorno actual pueda imaginar, hasta ser un alto ejecutivo, todo gracias a su esfuerzo, nadie le ha dado un empujón en su carrera, ni una palabra, nada en toda su vida.

Por su lado pasa un grupo de veinteañeros, hay dos chicas con minifaldas, botas de motero y maquillaje negro, ríen y una salta con emoción ante algo que dice uno de los tres chicos que las acompañan. Patrick piensa en Jane, ella debería ser así si las drogas no le hubieran arruinado la vida y podría habérsela arrebatado como la cocaína se lleva a tantos jóvenes, a su hermano.

Ha pasado una semana desde aquella reunión en que la conoció, después de haber pasado años viendo cómo la droga calaba en su hermano mayor le resultó casi instintivo identificar los síntomas en ella, dedujo lo que mantenía a esa joven ejerciendo el oficio más antiguo del mundo y se sintió asqueado y cabreado a partes iguales; nada lo altera tanto como la falta de humanidad, que a una persona se le arrebate el derecho de ser tratada como tal, de ser libre de tomar sus propias decisiones. En los últimos años ha acudido a muchas reuniones así, a su jefe le gustan esos desmanes, él finge complacencia y espera a que el alcohol le dé la coartada para marcharse, pero nunca antes vio los signos de la drogadicción en una stripper o una prostituta. Observó a Jane mientras esperaba y cuando hizo que se marchara con él ya tenía un plan, por muy loco que fuera, a falta de comprobar que ella quería dejarlo, de otro modo no se habría arriesgado, sabe por experiencia que sin esa voluntad no importa cuánto trates de razonar con esa persona, no servirá de nada.

Esa larga noche de hotel en ese sillón ya pensó en las repercusiones de meter a Jane bajo su techo y todo el proceso judicial consiguiente, no es ningún ingenuo, sabe dónde se ha metido, los riesgos que corre, los peligros que le acecharán cuando el caso se ponga en marcha, por el momento está investigando un poco para reunir más pruebas y de paso darle tiempo a la chica para mejorar un poco su salud antes de someterla al estrés de un juicio; sin embargo, espera que la razón que le dio a Jane también sea cierta, que sea un poco beneficioso para su propia imagen y de paso sacarse esa espinita de su pasado, salvar a alguien por la única persona que en esa época deseó salvar. Su padre siempre ebrio y su madre obsesionada con ahorrar en secreto para cuando su marido muriera por culpa del alcohol nunca habían significado nada para él, al final su padre murió cuando él ya estaba en la universidad y el esfuerzo de su madre nunca sirvió para darles un futuro y mucho menos para alimentarlos a él y a su hermano, ni siquiera en el pasado.

Saluda al portero en el portal de su casa y entra en el ascensor. Las repercusiones a largo plazo ya se verán, pero sin duda hay otras, otras pequeñas modificaciones en su vida, algo normal cuando dejas entrar a alguien en ella. Su casa está constantemente inundada por música cuando para él antes era algo circunstancial, algo que poner mientras se realizan pequeñas tareas de la casa como cocinar o guardar la ropa en los armarios, la asistenta se ocupa de todo lo demás. Su dieta ha variado un poco para ajustarse a la recomendada para Jane, aunque él siempre se tome libertades, por supuesto. Jane no habla mucho, pero sin duda el simple hecho de tener alguien en casa cambia las cosas, algunos de sus hábitos han cambiado, no se siente tan relajado y cómodo, ella es una intrusa en su vida por mucho que haya sido él quien la ha invitado y no puede mostrar todo de sí mismo, detalles que asegurarían que no es en absoluto de "noble cuna", aunque cree que ya está mostrando más de lo que le gustaría inevitablemente. Sin lugar a dudas el cambio más notable se puede ver en Mycroft, todo su esfuerzo para que duerma en su propio colchón y no en camas ajenas o el sofá se está yendo rápidamente por el caño, sabe que por alguna extraña razón ahora duerme con Jane, pero no hace nada en contra de eso, supone que de algún modo la ayuda a dormir y es evidente que si algo necesita esa chica es dormir, además de comer.

Un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora