No te vayas

0 0 0
                                    

La noche anterior había sido un éxito, le pedí a Zamira que nos viéramos esa semana en una cita, se sonrojo, pero al fin dijo que sí; acordamos vernos en el puente, cenar y tal vez ir a caminar.

Mi hermana estaba encantada, Zamira había sido realmente linda con ella así que no se quejaba y yo estaba contento, todo me estaba yendo bien. Después de haber acordado la cita esperé con ansias el día, esta vez iría con algo más casual: una chaqueta, pantalón de mezclilla azul, blusa a rallas y tenis blancos, pensé que sería buena idea regalarle algo, y una vez más mi hermana no perdió la oportunidad para sacar provecho, pidió 27 francos por su esfuerzo y 14 francos para el regalo. Terminó comprandole chocolates y un girasol, me deseó suerte, lo cual costó 5 francos y me aventuré a nuestra cita.

Llegué justo a tiempo, 7 en punto, sin embargo ella no estaba lista aún, faltaba que se peinase y se maquillase, cual fue su sorpresa cuando le dije que así se veía más radiante que nunca. Cuando llegamos al puente comimos en el restaurante de en frente, había hecho 3 horas extras para invitarla a comer, no obstante valieron cada una de las noches hasta tarde.

Los chocolates le gustaron al igual que el girasol, esa niña tenía razón. Al finalizar de comer salimos a caminar, y otra vez estábamos en el puente, la luna llena alumbraba el lugar, sus ojos brillaban, su cabello suelto se movía suavemente con el aire. Un momento después nos sentamos en una de las bancas, tocó con sus dulces manos mi rostro, mi respiración estaba entrecortada, mis latidos iban en aumento, se acercó a mí y me besó... Sus dulces labios, solo recuerdo que después de eso echamos a andar por el camino, en silencio, tomó mi mano, y cuando llegamos no la quise soltar, pero tuve que, ella entró a su cabaña,
no sin antes susurrarme:
"Pronto me iré a Berna, hagamos que estos últimos días sean inolvidables "

La mujer que amaba los girasolesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora