Esa tarde me asaltó una duda, ¿Cómo iría con ella si no tenía ni la menor idea de como bailar?
Seguramente ella sabía bailar mejor que nadie, me dejaría en ridículo, y para terminar me vería con una expresión sombría.¡ Tenía que intentarlo, aprender a bailar, no era posible que supiese francés e italiano fluidos pero no supiese bailar! Tendría que pedirle a esa niña tan molesta que me enseñara, por diós, ese pequeño detalle se me había escapado y me costaría. A la mañana siguiente le pedí a mi pequeña hermana que me enseñara a bailar, me prometió que me enseñaría a cambio de decirle la verdad acerca de mi propósito para aprender, lo cual me costó bastante caro, sin contar que quería 52 francos como pago. Al menos aprendí en dos días y dos noches cómo lo juró, me costó ya que según mi hermana :"En mi opinión experta, hermano mío, eres un desastre, tienes dos pies izquierdos, y claro, un sentido del ritmo nada refinado, si yo fuera Zamira o como se llame te dejaría nada más por verte aprender con tu hermanita". No le bastó con habérmelo dicho un vez, no se cansó hasta verme derrotado, sin embargo valió la pena.
Tras haber aprendido aún me sobraban 2 días para el baile, por lo tanto, saqué todo mi dinero guardado y le compré unas flores, me compré un traje y aún me sobraban 109 francos, con ellos me terminé de arreglar, ¡y pensar que todo eso lo hice por amor!. Después de haber acabado con lo faltante, estaba tan nervioso que decidí pensar en que haría, planeé bien mi tiempo, no quería que se volviese realidad lo que me dijo aquella vez.
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La mujer que amaba los girasoles
Genç Kurgu¿Tres años es una gran diferencia a los 15? Zamira y Angelo, una tierna historia de juventud.