.Caries.

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Mientras los pies se menean en la silla de la sala de espera, un niño percibe el inconfundible olor que desprende el consultorio odontológico. Es una mezcla higiénica tan alta que no puede ser confundida con nada. Él tiene miedo, Yeosang sabe por qué está ahí, sabe que nunca debió comer tanto sin cepillar inmediatamente sus dientes, sabe, por boca de otros, que la caries es invasiva, que penetra hasta las raíces y mata las piezas dentales, pero no pudo evitar comer.

La última vez que se observó al espejo y abrió la boca esta mañana, lo hizo con nostalgia, como si supiera que esta visita sería diferente a todas. Contó cada uno de los dientes sintiendo tristeza, quizás por miedo de perder la pieza dental o por el tratamiento. Desde que aquello infectó su boca, no se reconoce, le duele, palpita, congela su cerebro y le hace actuar de modo errático con la comida. Algunas veces se siente un monstruo, su cuerpo cambia constantemente y ve cosas que le gustaría olvidar, pero no puede, como tampoco puede evitar comer.

En la sala de espera, su madre observa el catálogo de ropa para niños, con la esperanza de encontrar algo que le quede a Yeosang. Hace algún tiempo ha estado subiendo de peso de forma inexplicable incluso para los especialistas en nutrición. Aunque a simple vista no se ve exagerado, y mucho menos alarmante, en algunas ocasiones es como si otro estuviera absorbiendo cosas por él. Han visto a tantos doctores que ya perdió la cuenta y el rastro de los mismos.

La puerta del consultorio número siete se abre, Yeosang pegó un respingo, asusta a su madre en el proceso, entonces el apellido resuena de los labios de un hombre de al menos treinta y cinco años que tiene en las manos una planilla. Es quién revisará cada recoveco de aquella boca para diagnosticar el tratamiento.

— Kang.

El niño se pone de pie, su madre camina por detrás, pero al llegar a la puerta le impide el paso a ella con una actitud completamente distinta a la que acostumbra, se refiere a su madre en un tono serio y autoritario, hasta parece que no tiene más ese miedo que guardó desde el día en que supo que esta visita se haría:

— Quiero entrar solo.

La madre posa los ojos inmediatamente en el hombre vestido de blanco que los observa, busca algo que le explique porque su hijo ha cambiado de actitud tan pronto. Una sonrisa hacia su lado izquierdo se acentúa, termina dando un paso hacia atrás y el pequeño sonríe, lo ve perderse dentro de la puerta del consultorio mientras ella regresa a su asiento en la sala de espera. Adentro, el dentista apoya su lista en la mesa, y relee la ficha técnica frente a él: "limpieza por caries, pieza catorce, primera vez". El menor observa con ojos de venado todo lo que hay: las fotos de la anatomía dental, las prótesis en yeso, los dientes de juguete y los alambres para los frenillos. El lugar le parece enorme, en especial la camilla que hay frente a él.

— Soy el doctor Seonghwa, eres valiente, son pocos los de tu edad que se animan a entrar solos. Recuéstate, Yeosang, y abre grande la boca— le sonríe dejando ver un diente de oro.

— No estoy seguro de eso.

— ¿Por qué no? —Seonghwa se coloca los guantes mientras ve al niño tomando acción, la camilla tiembla un poco por el peso ajeno, pero una vez todo está dónde debe, la calma regresa. Acerca la lámpara hacia el rostro, junto a otros cinco instrumentos del que cuelgan cables. Todo se compone en una sola pieza. Le coloca un babero descartable y procede —. Abre grande la boca, solo revisaré que pasa por ahí.

Yeosang observa al señor, pestañea rápido y con cierta lentitud abre la boca. El dentista levanta en el aire un instrumento quirúrgico denominado espejo, del tamaño de un bolígrafo con una cabeza similar a una moneda. El niño se arruga en la camilla y deja de respirar, cierra los ojos y la panza le ruge, le ruge tan fuerte que el hombre mayor se intriga, parece que todo terminará allí, pero entonces descubre la caries y Yeosang se rinde.

—Lo siento, en verdad lo siento— Dice con dificultad. Seonghwa lo observa a los ojos. De pronto, de la pieza dental afectada, parece emanar una secreción viscosa. Nunca ha visto algo como eso en sus años de experiencia. Quita el espejo y retrocede, intenta recomponerse, el niño frente a él le mira con ojos de pena, no parece dolor, pero tampoco algo cercano a la satisfacción, se ve famélico—. No puedo dejar de comer.

—¿De qué hablas? ¡Espera!

Yeosang baja de la camilla y salta sobre el hombre, lo engulle primero desde la cabeza, el especialista lucha, se chocan por todo el consultorio en una pelea que ya tiene su perdedor, la sangre salpica, los gemidos son apagados. Afuera, en la sala de espera, la gente mira hacia la puerta siete, los alarmantes sonidos son recibidos con algo de inquietud, pero ninguno intercede, después de todo, así es cuando se va al dentista, hay sonidos extraños, voces desconocidas y muchos, muchos dientes comprometidos. Dentro, Yeosang se limpia la comisura de los labios, su panza ya no ruge, pero el rostro se le deforma, parece que fuera a vomitar, sin embargo sufre una metamorfosis instantánea: se convierte en Seonghwa y luego vuelve a ser el niño de diez años.

—No me gustó, mamá— Dice al salir. Ella rueda los ojos.

—¡Es el tercero en lo que va del mes! Mañana buscaré otro.

El nene se ve en un reflejo, el diente de oro brilla en su incisivo derecho, y por su espalda algo sobresale, es el rostro de Seonghwa, tiene una expresión de agonía marcando la tela de la playera, casi puede oírlo gritar por piedad. Yeosang lo siente mucho, pero no puede dejar de comer, desde ahora, son uno solo, para siempre...

La pieza dental [SeongSang][COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora