Amo vivir sola, sin mi madre cotorreandome las 24 horas del día o los niños gritando mientras jugaban afuera. Si bien extrañaba a mi hermano, el silencio de este edificio me apetecía más de lo que imaginaba.
Ya que no había nadie viviendo en el departamento de al lado, realmente se sentía hermoso poder despertar en las mañanas y prepararme para ir a trabajar sin nada ni nadie que me moleste. Los días se fueron convirtiendo en semanas y cuando menos me di cuenta, ya llevaba 2 años viviendo por mi cuenta, todo era normal y tranquilo y eso me relajaba. Hasta que el dueño del edificio me comentó que alguien se mudaría al día siguiente al departamento de al lado. Un nudo en mi garganta se fue formando a medida que sin pensarlo me despedía de esa tranquilidad inmensa. ¿Quién va a ser? Espero que no sea una familia con hijos pequeños, ugh menos que menos jóvenes enamorados... ya podía escuchar los gemidos intensos. Sacudí mi cabeza y me metí a mi departamento, tire la llave sobre la mesita al lado de la puerta y camine desanimada hacia mi cama, me dejé tumbar del cansancio, ya eran casi las 12 de la noche, no había cenado pero estaba muy cansada como para siquiera seguir pensando en mis nuevos vecinos o siquiera si tenía algo en el refrigerador que sea comestible.
Me desperté de repente, sudada, mareada por la pesadilla con bebés llorando, jóvenes gimiendo y viejos gritando, mire el despertador y eran las 11 de la mañana, mi estómago se anunció con un ruido más fuerte de lo que me gustaría admitir, camine hacia la cocina para encontrarme con una heladera vacía solo con una botella de agua y una de licor. No... no es tiempo para licor. Me preparé un café mientras hacía la lista para el supermercado.
Llegué al pasillo del departamento tambaleándome por la cantidad de bolsas del supermercado, maldecí no ir más de seguido, pero entre el trabajo y el cansancio no me quedaba tanto tiempo como para ir al supermercado dos veces a la semana.
Mis ojos miraban el piso mientras acomodaba las bolsas en el piso, necesitaba un respiro, ya estaba sudada y todavía muerta de hambre.
"Déjame ayudarte con eso, ¿cuál número es el tuyo?" Un acento delicioso acompañado por una voz masculina que me hizo pararme dé repente. Sus ojos cristalinos, celestes como el cielo encontraron los míos mientras que sus manos arrebataron unas cuantas bolsas de las mías, un olor a perfume caro, de esos que solo los miras en las publicidades, inundó mi olfato haciendo que me sonroje solo un poco. Mis labios se abrieron un poco pero no salió ningún sonido, su sonrisa me había dejado muda, completamente muda. Mi dedo señalo al último departamento y solo me quedaron dos bolsas, las más ligeras, camine sin poder decir nada, era este mi nuevo vecino?
"T/N" logré pronunciar mientras sacaba las llaves de mi bolsillo, abrí la puerta y tiré las llaves como de costumbre provocando una pequeña risa en aquel hombre alto de pelo castaño.
"Tom" se presentó, dejando las bolsas a un costado y tomando mi mano para sacudirla. "Así que tu eres mi vecina" levantó una ceja mientras yo movía mi cabeza asintiendo. "No eres de hablar mucho.." casi murmuró llevando su vista a las bolsas.
"es que estaban muy pesadas" me reí con muchos nervios secándome el sudor de la frente, porque me estaba poniendo tan nerviosa? Realmente tenía algún efecto en mi o simplemente era el hambre que me estaba debilitando. Tom simplemente me regaló una sonrisa y cerró la puerta detrás de él, no pude ni agradecerle o indagar si tenía hijos, porque esposa era evidente, con esa hermosura era imposible que esté soltero. Me pasé el día comiendo chatarra mientras trataba de escuchar si había más voces pero no, solo se escuchaba el noticiero hasta que llegó la noche y ese silencio tan hermoso volvió a aparecer.

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Eres todo lo que quiero y necesito
RandomT/N es una programadora a la cual le gusta vivir sola, sin que le molesten. Lleva una vida tranquila hasta que alguien se muda al lado de su departamento. Tom es un profesor de inglés quien está a punto de divorciarse, lleva una vida bastante solita...