-Hola Luis, ya estamos listas, dijo Carolina con la denotada intención de no dejarlo entrar y salir de inmediato.
-¡Qué apuro que cargan!, ¿Quién es "ese"?.
-No seas tan antipático, es el hermano de Sandra, se viene con nosotras. ¿No es lindo?
-Mmhhmm. Murmuró Luis, con evidente recelo a calificar a un chico como "lindo".
Luis era unos cinco años y diez centímetros mayor que yo, de contextura atlética, sin llegar a ser eso que llaman "corpulento", de su rostro lo que mas llamaba la atención eran sus ojos negros, negrísimos, oscuros, impenetrables, con una mirada escrutadora, que era acompañada con un piercing en su ceja derecha.
-¡Hala!, ¡Vámonos! Dijo Carolina abriendo la puerta delantera del auto.
Sentado en la parte posterior del coche con mi hermana no dejaba de observar hacia la parte delantera tratando de encontrar algún indicio del tipo de relación que unía a Carolina con Luis. En una de esas ocasiones fui interceptado por su mirada en el espejo del retrovisor, sonrió divertida y me hizo un guiño de ojos.
Luego de unos 15 minutos llegamos a nuestro destino, una especie de galpón industrial, a sus afueras se agolpaba la gente para escuchar la música que brotaba de su interior, y una larga hilera de gente esperaba por entrar. Seguimos a Carolina directamente a la puerta de entrada, ella pasó altiva saludando al portero.
-Venimos juntos los cuatro, fue todo lo que dijo para que de inmediato la puerta se abriera para nosotros.
Una vez adentro una muchedumbre bailaba en una inmensa pista, a sus costados una buena cantidad de mesas, sofás, poltronas y sillas conformaban variados espacios para sentarse a charlar, en la parte superior del galpón había un semipiso con algunos pequeños locales.
Nos sentamos en una mesa, a mi lado tenia a Carolina, al otro lado estaban Luis y mi hermana, yo miraba deslumbrado todo el ambiente, parecía algo sacado de alguna película de ciencia ficción apocalíptica, era una ambientación muy tecno.
-¿Te gusta criaturita?, sin esperar respuesta, como si la misma no importara mucho por lo obvia Carolina se dirigió a mi hermana –Tu hermanito esta deslumbrado, como que estas vacaciones van a ser todo un aprendizaje para el.
Mi hermana rió traviesa, -bueno ya es hora que vaya aprendiendo algunas cosas.
-¿ y qué cosas crees tu que debe aprender tu hermanito?, mientras decía esto, Carolina tomaba mi mano por debajo del mantel de la mesa, antes de poder sorprenderme por esta acción sentí la mirada de ella directa a mis ojos.
-¿Te gustan mis ojos muchachito?, míralos bien, si no pierdes detalle de ellos veras como cambian de colores. Dijo con pretendida ironía. Mientras tanto fue guiando mi mano por debajo de la mesa, sentí como ambas manos, la suya, la mía, entrábamos por debajo de su falda. Ni siquiera cuando descubrí la ausencia de bragas me atreví a hacer algún gesto que pudiese develar la acción que transcurría por debajo de la mesa, subterránea, ajena al conocimiento de los demás. Mi mano y mis dedos eran sutilmente
tutelados por las ordenes de su propia mano, mis dedos comenzaron a acariciar la desnuda vulva, desnuda hasta el extremo de carecer en lo absoluto de vellos.
-¿No te das cuenta?, comenzaron a cambiar de colores, fíjate como brillan, dijo en alta voz, provocando la risa de todos.
En ese momento bajé la mirada, sin interrumpir el discurrir del contacto con lo mas intimo de la epidermis de Carolina, poco a poco sentí como mis dedos resbalaban con mas y mas facilidad, las secreciones y la humedad se hizo presente. Bajo su guía concentré mi actividad en la parte superior de su vagina, mis yemas acariciaban entre los pliegues de la piel de esa zona. Carolina seguía aparentemente impávida conversando alegremente con Sandra y Luis.
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De negro a rosa
RandomUn verano, mi hermana y yo solos en la ciudad bastaron para pasar de negro a rosa. Primera parte de una serie.