Desperté, al estirar perezosamente mi cuerpo pude darme cuenta que estaba solo en la inmensa cama. De inmediato una pregunta se instalo en mi mente, ¿Se habría dado cuenta mi hermana de lo que me hizo Carolina? Si se dio cuenta … ¿Cómo lo tomaría? Las dudas revoloteaban mi mente al punto que hubiese preferido no tener que verla esta mañana. Una vez mas la realidad de la situación se impuso y bajé hacia la cocina, allí estaban Carolina y Sandra charlando, al verme se hizo un instante de silencio.
–Lo sabe, Pensé. Me pareció que portaba una especie de letrero invisible que notificaba a todo el que me viera que mi ano había sido profanado, si, profanado aunque hubiese sido hecho con algo tan delicado como el dedo de Carolina. Entré a la cocina bajando mi mirada.
-¿Cómo que te despertastes de malas pulgas? ¡Qué ni los buenos días nos das!, fue el recibimiento de mi hermana..
-Déjalo quieto, debe ser el "pasón" de la yerba, ven siéntate a desayunar, dijo Carolina colocando un plato con variadas frutas en la mesa.
-Disculpen, es que aun estoy medio dormido, levanté la vista para tomar el vaso de jugo de naranja sin atreverme todavía a mirar directamente a las chicas.
-Come algo, eso te ayudará a "cortar la depre". ¡Ah!, después lavas la loza, dijo Carolina mientras salía de la cocina con Sandra.
Yo me quedé allí, solo, recogí los platos, vasos y cubiertos utilizados por las chicas y por mi, mientras los fregaba recordé el placer que sentí cuando Carolina me hizo eyacular. Me dije a mi mismo –No todo es tan malo. El ánimo comenzaba a entrar a mi cuerpo. Coloqué la loza cuidadosamente en los armarios y eché una última mirada constatando no se me hubiese escapado algo. Todo lucia en su sitio. Salí.
Las chicas estaban en el salón, ya Sandra se había vestido, mientras Carolina tenia puesto de nuevo el kimono oriental.
-Sube a cambiarte, me dijo mi hermana. Extendió sus manos para entregarme mi ropa perfectamente lavada.
Subí a vestirme en el cuarto de Carolina, al ponerme la ropa note un aroma sutil, no habitual en ellas, seguramente se trataba del detergente que utilizaron. Me embargaba ahora una especie de tristeza, todo hacia pensar que ya íbamos de retorno a casa, otra vez el hastío. La verdad a pesar de todo había disfrutado mucho la estancia donde la amiga de mi hermana.
Bajando las escaleras me tope con Carolina.
-¡Huy! ¡Que carita cargas!, ¿Hicistes algo malo? ¿O estás arrepentido?
-No, no es eso, es que … Comencé a decir cuando Carolina de repente besó mi boca. Era el mismo tipo de beso que le había visto darle a mi hermana, en la boca, sin lengua, sólo el suave contacto de nuestros labios, era mas una ambigua caricia que un beso.
-No seas tonto, ándate tranquilo, yo te llamo. Me dijo antes de proseguir ascendiendo rauda las escaleras.
Abajo mi hermana esperaba.
-¿Ya estas listo?, vamos a esperar que Carolina baje, fue a buscarme algo.
Al bajar Carolina entrego a mi hermana un pequeño paquete y se despidió de ella con otro besito en la boca. –Yo te llamo mi amor. Le dijo.
Salimos rumbo a la casa, el sol se encontraba en el punto mas alto.
La tarde transcurrió lenta, aletargada, traté de distraerme con lo videojuegos, pero una y otra vez el recuerdo de las manos de Carolina sobre mi piel retomaba mi mente impidiéndome la concentración. Ni siquiera tenía mucha hambre, cenamos un sándwich, o bocadillo de pechuga de pavo y pan integral. Mi hermana estaba con diario, por lo que sabia que en esos momentos no debía importunarla mucho, ella se ensimismaba escribiendo. Estábamos terminando de cenar cuando el teléfono sonó.
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De negro a rosa
De TodoUn verano, mi hermana y yo solos en la ciudad bastaron para pasar de negro a rosa. Primera parte de una serie.