capitulo 4

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Al fin el agua de la regadera caía sobre mi cuerpo desnudo, ya sin la pequeña pero opresiva prenda que había tenido que vestir toda la tarde, me sentía libre, sereno y placido. Cerré los ojos relajándome completamente en la ducha, la imagen de las chicas riéndose divertidas se me vino a la cabeza.

Abrí los ojos. - ¿Dónde estará el jabón?, me pregunté. En ese momento recordé la advertencia final de Carolina. Dentro de la ducha al extremo opuesto de la regadera había un estante repleto de envases de variopintos colores y tamaños, obviamente eran productos destinados al aseo personal. ¿Cuál de todos estos serán jabón?, revise las etiquetas de los frascos, todas escritas en lenguajes extranjeros, en una de ellas leí "Gel Douche Onctueux J'adore", evidentemente era un producto para la "ducha". Sin mucha seguridad en mi elección vertí un poco del producto en mi manos, frotándolas una contra la otra con la intención de hacer espuma con escasos resultados, volví mi vista al estante de nuevo y divise una gran esponja rosa, eso tal vez ayudaría, Esta vez eche el gel de forma bastante generosa, al comenzar a frotarme el cuerpo con la esponja surgió sobre mi cuerpo la abundante espuma y un fuerte olor a flores comenzó a cubrir mi piel.

Mientras enjabonaba mi cuerpo pude ver las marcas del bronceado sobre mi cuerpo, era como una evidencia corpórea del uso de la prenda femenina sobre mi anatomía, era algo de lo que no podía disponer echándolo al cesto de la ropa usada, escarpia allí por un tiempo mas prolongado evocándome el recuerdo de esta tarde.

Luego de un buen rato, cerré la regadera, comencé a buscar una toalla, como a un metro de distancia había una toalla rosa que lucia como usada por mi hermana, traté de tomarla sin salir de la ducha, no quería hacer un reguero de agua en el piso del baño, estirando al máximo mi brazo logre alcanzarla con la punta de los dedos. Solo después de sacarme fue que me hice la pregunta -¿Dónde Esta mi ropa?. Recordé entonces haberla puesto en la canasta de ropa del cuarto, si las chicas no estaban en la habitación podría salir y tomarla. Me acerque a la puerta, la entreabrí y oí claramente la cháchara y las risas.

¿Qué me pondré? Podía salir cubierto sólo por la toalla, pero sospechaba que eso me colocaría en una situación de vulnerabilidad que me aterraba.

Abrí un poco mas la puerta -¡Sandra!, M ropa, ¿Qué me pongo?

Escuché de inmediato las risas de las chicas.

-Espera ya te pasamos algo. Contestó mi hermana.

En instantes la puerta se entreabrió un poco mas, el espacio justo para que pudiese penetrar la mano de Carolina sujetando una prenda de colorchampaña.

–Ponte esto por ahora,

-¿Qué es esto?, No son mis ropas

-Tus ropas las eché en la lavadora, no seas tonto es sólo un pantaloncillo, un short, es igualito a los que usas para jugar fútbol. Dijo Carolina desde el otro lado de la puerta.

Examiné el short, ya de por si el color nacarado no era muy varonil, pero lo que más femenino lo hacia era el material del que estaba hecho, sin ser un conocedor de telas supuse se trataba de una especie de seda o satén, géneros que como se sabe están vedados al contacto directo con la piel de los varones.

-Ningún futbolista se pondría esto. Me dije.

Resignado a mi suerte, me coloque el delicado pantaloncillo y salí a la habitación.

Estaban ambas acostadas en la cama, ambas enfundadas en un kimono oriental de de seda negra decorado con bordados de minúsculas flores, dirigían su mirada a la puerta del baño, obviamente esperaban mi aparición.

-¿Te das cuenta hermanito?, es sólo un pantaloncillo, a veces creo que dentro de ti tienes el alma de un viejo que no te deja vivir. Libérate.

-Con tan bellas piernas que tienes deberías procurar mostrarlas mas a menudo, te sorprenderías las cosas que pudieras obtener de ellas criaturita. Pero no puedes quedarte allí con el torso descubierto. Dijo Carolina.

De negro a rosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora