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SONIC

Las lágrimas brotaban de sus ojitos ya hinchados por tanto llorar. Aquella imagen se reproducía automáticamente en su cabeza, así como los recuerdos más felices junto a su querido amigo y su amado de ojos reptil. ¿Desde cuándo sucedía esto? ¿En qué momento su amigo y su novio decidieron engañarlo de tan cruel forma?. No lo sabe. ¿Cuándo fue que su noviazgo con Mephiles Darkness, o mejor dicho, su amor y su cariño se fue deteriorando?

Siempre estuvo a su lado, apoyándolo y brindándole un amor incondicional. Pero aquel erizo de mirada seria y fría, se había dejado enamorar por aquel tierno albino, de mirada dulce y labios jugosos y pálidos. No era su culpa, era culpa del destino y de sus misteriosas, pero muchas veces sabias decisiones. Lamentablemente, tomó la decisión equivocada de no mencionarle nada al cobalto. Prefirió ocultárselo en lugar de aceptar que ya no lo amaba.

Ya no había vuelta atrás. Por un lado, Sonic sufría en silencio, por el otro, Mephiles y Silver se hundían en la culpabilidad, mientras el albino lloraba desconsoladamente al no saber que hacer para recuperar a su querido amigo. Todo por culpa de las malas decisiones. Aún así, la peor parte se la llevó el oji-esmeralda.

—Maldita sea... ¿Qué hice mal?—Se lamentaba el cerúleo en su habitación, mientras gotas salinas resbalaban de sus mejillas.

Sonic llevaba horas sin salir de su cuarto. Pensaba en todo, maldecía a su amigo por  traidor, maldecía a su ahora ex-novio por haberse dejado enamorar por quien creía su hermano y su apoyo. Se maldecía a sí mismo por ser tan ingenuo y confiarle su corazón a alguien que no tendría cuidado con él.

Alzó la vista, y encima de su escritorio, sobre un estante divisó un pequeño cofre negro con bordes dorados y pequeñas tonalidades carmesí totalmente cubierto de polvo. Una caja llena de vendas y navajas.

Hace cuánto que no se cortaba, las cicatrices en sus brazos aún no desaparecían del todo. Todavía recuerda cuando Mephiles le hizo prometer que jamás volvería a hacerlo, pero ¿de qué sirve ahora todo eso? Ya nada tiene importancia.

Marca tras marca, su mente se distraía de los pensamientos negativos. El dolor físico siempre opaca el dolor interno. 

Lloró como nunca lo había hecho. Y sufrió como jamás volvería a hacerlo.

Sacó un cajón de cervezas y un frasco de pastillas anti-depresivas de su closet. Antes de Mephiles, su vida era una desgracia. Licor, cigarro, drogas, fiestas, sexo, depresión, pastillas y autolesiones. Y si su amado ahora también le había fallado, ya no habían esperanzas para él.

Licor, pastillas anti-depresión y cortadas. La peor combinación. La borrachera siempre le nublaba la cabeza a tal punto de no ser nada consciente de lo que decía, hacía o pensaba después. Las pastillas adormecían su cerebro a más no poder. Las cortadas lo debilitaban.

«Si él ya no va a volver, y si Silver fue capaz de hacerme esto, entonces ya no hay por qué seguir viviendo»

Totalmente deprimido, tomó una cuchilla, levantó la manga de su suéter, y hundió en su brazo el frío metal.

Sangre y lágrimas caían al suelo.

Sangre y lágrimas caían al suelo

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