Introducción (Opcional)

395 51 262
                                    


El resto ya es historia.













Soy de la idea que la historia debe seguir siendo contada a través de las voces de las personas. Así, aquellos que me escuchen ya no se verán limitados a oir registros y datos fríos generados por máquinas y algoritmos sin vida ni sentimientos.

Bien conocemos la historia en su forma básica y objetiva: "¿En qué año sucedió tal evento?", "¿Quién o quiénes lo iniciaron?"... "¿Cuánta gente se calcula que murió?". Solo pensar en ese punto de vista tan mecánico me hace suspirar de la decepción.

Siempre he sentido que a toda esa información le falta el factor del sentimiento. Es muy diferente oír sobre algún acontecimiento histórico por parte de alguien cercano a ti, alguien vivo, y que lo vivió todo para contarlo, que por parte de simples computadoras que fueron programadas para fingir alguna suerte de pena.

Llego a casa totalmente cansado de todo, creyendo que esta labor que propuse para mi vida es infructífera, y que todos tenemos vidas vacías, mecánicas y sin propósito. Me propuse instár a la gente a que volviéramos a tener sentimientos y aprecio por la vida como algo con significado. Al menos para nosotros mismos, si quiera. Pero nadie parece querer escuchar.

¡Ahhh! Mi sofá, refrescante y suavecito. Me hace olvidar todas las cargas que pesan sobre mis hombros, de lo grande que es mi propia casa, de lo lejos que llegué, y de lo solo que estoy. Pero me agrada de todas formas.

Enciendo el televisor deseando apagar mi cerebro al menos por una noche. Pero solo hay pura basura propagandística disfrazada de unión y compromiso regadas en infinidad de películas y series; propaganda para no sé qué inútil propósito, si todos podemos vivir en paz, incluso después de todo por lo que hemos pasado.

Decido entonces volver a enfocarme en mi propósito, la razón por la que sigo adelante para salvar a las personas y civilizaciones del futuro de no caer de nuevo en el desprecio a la vida: promover el amor natural, simplemente.

Muchos me desprecian y critican: dicen que soy un tecnófobo, un retrógrada, y que temo al progreso. Nada más lejos de la realidad palpable, pues yo mismo ayudé a construir este mundo rebosante de tecnología de punta, y por ende carente de calor y afecto natural. Pero a veces me centro tanto en las cosas más complicadas de esta absurda sociedad, que olvido lo más básico de mi tesis.

Hago a un lado mi migraña, y reproduzco una serie de memorias y recuerdos que, al menos para mí, son historia pura, la manifestación perfecta de ese dicho: "Quien no conoce su historia, está condenado a repetirla". Y, según esas personas, vaya que nuestra historia fue terrible. No podemos volver a repetirla. No.








Primer archivo de memorias: Testimonio 1

Desde que la humanidad empezó a regir sobre su mundo, estuvo cegada por el odio, el miedo y el egoísmo; prísionera de sí misma y de su avaricia para saciar su infinito hambre de... lo que llamaban poder y gloria.

Ha sido así desde el inicio de nuestras primeras civilizaciones hasta los días que conocemos. Los imperios se alzaban y caían uno tras otro a través de las generaciones. Muchos de ellos prometían desarrollo y prosperidad para todos, a costa de su expansión y subyugación. Sin embargo, hubo uno que estableció un punto álgido en nuestra historia. No fue una nación como tal, ni una coalición de naciones; tampoco fue un rey o un monarca. Esta nueva clase de imperio trascendió por completo las fronteras y las líneas dibujadas en un simple mapa, llegando a manos de, primero, cinco personas a través de la economía y la naciente tecnología contemporánea.

Extinción (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora