Zane es el chico tranquilo y calmado de su familia, hasta que sus temores y recuerdos del pasado comienzan a atormentarlo cada vez más. Pronto se da cuenta que sólo vivía una mentira y todos lo sabían. ¿Querían hacerle daño? ¿Por qué lo harían?
Poco...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Admirar el cielo es de las mejores terapias cuando estás triste.
Cada atardecer, subo a la terraza en el tercer piso. Extiendo mi frazada celeste en el pavimento, me recuesto y empiezo a reproducir música en mi celular.
¿Han experimentado esa sensación? El aire danzando por tu cara y tus brazos, esa luz anaranjada deslumbrante que poco a poco se desaparece detrás de las nubes; imaginar que esos gigantes algodones blancos juegan entre sí, formando caballeros con espadas o corceles galopando para esconderse de la oscuridad. Mientras la voz de tu artista favorito fluye en tu interior.
Es un respiro del mundo, puedes olvidar todo en cuestión de segundos. De tus problemas, de esos recuerdos abrumadores y de todo lo que te puede dañar.
Lo único que me molestan son las voces mezcladas con las canciones. A las personas se les ocurre hablar cuando estás en tu propio mundo, y si no respondes, te dicen que es una falta de respeto.
- ¡Oye! -
Ahí está, siempre interrumpen.
- ¡Zane, te estoy hablando! - Me quité los auriculares y presté atención a la persona frente a mí. - Te he dicho que no subas todo el volumen, te quedarás sordo ¿No entiendes? -
- Cálmate mamá, me dejarás más sordo con tus gritos -
- ¡Sigue respondiéndome y verás! - Jamás he entendido su mal temperamento, cuando le respondo, se enoja y cuando no lo hago también, ¿Algún día la llegaré a comprender?
- Está bien, ¿Qué necesitas? -
- ¿Acaso has visto la hora? - Ah, eso.
Prendí mi celular y se podía apreciar que faltaban diez minutos para las seis de la tarde. Me olvidé de revisar el tiempo.
- Lo siento, lo olvidé. Ahora mismo ya bajo - Aquí es donde pueden apreciar mi gran costumbre de pedir perdón por todo, sea o no mi culpa.
- Te recuerdo que el doctor Stevens dijo que debías ser muy puntual con ese tema, tú no sabes si... - La interrumpí antes de que me diera todo un sermón sobre mis horarios y mis cuidados.
- Sí mamá, te prometo que estaré más pendiente de la hora -
- Sabes que me preocupas y quiero lo mejor para ti, Zane - Claro que no.
- Lo sé ma, lo sé -
Enrollé mis audífonos alrededor de mi celular y doblé mi frazada. Mientras más escalones bajábamos, la música se iba haciendo más ensordecedora. Al llegar a la planta baja vimos demasiada gente para mi gusto, todos bebiendo y haciendo quién sabe que otras cosas.
- Dios, te enojas conmigo por cosas mínimas y a él jamás lo regañas - Le dije mientras tratábamos de no pisar algunas latas que se encontraban en el piso.
- Él tiene un nombre y tuvo problemas en el pasado que lo hacen comportarse de esta manera, sabes que su único escape es beber un par de cervezas, además es muy inteligente.- Lo único que hice mientras me daba su discurso para defenderlo fue rodar los ojos.
¿Cómo se le llama a esto?
Ah sí, favoritismo.
Mi hermano, Aiden, es un completo alcohólico, no hay un minuto en donde no lo veas con una lata de cerveza en mano y los ojos totalmente rojos.
- Es cierto, Aiden puede tener cientos de problemas y siempre lo vas a justificar. ¿Un par de cervezas? Por favor, le puedes dar un barril entero y ni siquiera con eso está satisfecho. - Mi madre me miró con ojos de No te atrevas a hablar mal de mi hijo preferido - Respecto a su inteligencia, creo que la ahogó en un vaso de alcohol hace mucho.
Sí, eso bastó para que mi mamá explotara y me pellizcara el brazo.
- Compórtate Zane. No me quieres ver enojada de nuevo ¿Verdad? - No, en verdad no quería.
Tan sólo de recordar mi piel se erizó y mis manos comenzaron a sudar.
Necesitaba salir de ahí.
Justo cuando iba a dar el paso, una mano fuerte me agarró el hombro y me jaló hacia la persona. Ya sé quien es.
- Hermanito, ¿Qué estás haciendo por aquí? ¿Por fin decidiste socializar un poco? Te puedo presentar a unas amigas -
- El hijo pródigo hace aparición - Susurré zafándome de sus brazos - Por si no lo recuerdas, para ir a mi habitación tengo que pasar por aquí. Y no, no vine a socializar con tus amigos. -
- ¿Porqué tienes que ser tan aguafiestas? Así nunca conseguirás una novia - Dijo mientras tomaba otro sorbo del líquido en su vaso.
- Pues no la necesito -
- Bien - Dirigió su mirada a mi madre - ¿Ya hiciste la comida? - Ese tono autoritario nunca me gustó, parece que le hará daño a alguien.
- No, perdón. Fui por Zane para que se... - La interrumpió abruptamente.
- ¡No me interesa! Quiero la comida en menos de una hora - Mi madre sólo puso una cara entristecida.
- Bueno, yo... Ya tengo que irme - Dije mientras le daba una falsa sonrisa a Aiden.
No me gusta estar en sus tontas peleas, a veces me involucran y es demasiado incómodo. Entré a mi habitación y por suerte la música se dejó de escuchar un poco. Tomé mi botella de agua que estaba en el escritorio y di un sorbo.
05.58 pm.
Agh, ya casi era hora. Dirigí mi mirada a los dos frascos azules.
¿Porqué tengo que ingerir eso?
Es tan aburrido tener que medir mis tiempos. Abrí la tapa del primer frasco y saqué una píldora, hice lo mismo con el segundo.
06.00 pm.
Metí las píldoras a mi boca y bebí un trago de agua.
El doctor Stevens dice que es necesario tomar mis pastillas a la hora exacta cada día. No sé que es lo que pueda pasar si no lo hago. ¿Puedo morir? No lo sé.
Me senté en la cama y traté de alcanzar el control remoto. Mi playlist comenzó a sonar y cuando estaba a punto de cerrar los ojos para disfrutar, alguien entró a la habitación y rompió mi burbuja de paz.