Si estáis leyendo estas palabras de tinta sobre las páginas de esa libreta azul de mi estante, ¡Felicidades! ¡Lo conseguí!
Estoy muerto.
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✨Capítulos cortos
Katsuki entró con los puños apretados en dirección a la enfermería, respirando agitado y aún siendo incapaz de dejar de llorar, mirando a todas partes, tratando de localizar aquel cabello verde que tanto extrañaba.
Izuku le sacaba de quicio. Era un friki estúpido que siempre estaba hablando sobre héroes, no se callaba ni bajo agua, era un poco bastante idiota en algunas cosas, siempre andaba ttras él haciendo el estúpido o alabándole, solo haciendo que su ego se agrandase cada vez más y más.
Pero aun así era su maldito compañero, su enemigo, su rival, su amigo de la infancia. Aun así le llevaba conociendo desde que eran prácticamente unos malditos fetos. Le conocía desde que eran enanos, desde que eran unos malditos mocosos que no sabían leer, desde que chillaban con emoción ante un viejo televisor donde salían sus héroes favoritos...
Era su puto compañero de vida y no podía solo dejarle solo así como así.
Eijiro se adelantó, corriendo hasta Katsuki para agarrarle del brazo, apretando un poco allí a base de advertencia. El rubio cenizo se encontraba frente a su tutor, que estaba frente a una de las puertas de las habitaciones de la enfermería.
Aizawa le miraba con seriedad, los ojos entrecerrados y de brazos cruzados mientras que el ojirrojo solo bufaba con rabia, teniendo ganas de pegarle a quien fuera que se interpusiera en su camino hacia Deku. Necesitaba llegar a él.
-Bakugo, ten más respeto.
-Leímos la libreta, Aizawa, sabemos que se colgó. Quiero verle ahora.
El tutor solo le sujetó del hombro, apretando este un poco a modo de advertencia.
-Volved a los dormitorios ahora. Izuku estará aquí un par de días, aún debemos asegurarnos de qu-
-¿Está vivo?
El profesor pelinegro asintió, dándole un par de palmadas en el hombro, instándole a irse.
En vez de eso, el joven rubio cenizo solo le abrazó con fuerza y mientras temblaba, dejando la cara contra su torso mientras repetía una y otra vez la misma palabra con voz débil.
Por primera vez se sintió débil, y su debilidad fue aún mayor cuando el profesor le abrazó, los demás compañeros consolándose entre sí.
-Gracias... Gracias... Muchísimas gracias...
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El peliverde despertó de forma lenta, viendo el blanco techo de aquella enfermería, suspirando en tanto que se llevaba una una mano al cuello, doliéndole un poco, seguido cerrando los ojos.
