Me despierto a las ocho de la mañana como de costumbre
—Eva— Me llama mi papá desde el salón.
—Ya me voy recuerda, portarte bien en la escuela— Asentí y me dio un beso en la mejilla.
—Adios papá— le dije desde el umbral de la puerta y se despidió con la mano.
Mi papá es un hombre cariñoso, gracioso, solo un poco exigente. Mi mamá es más alocada, aunque tiene un carácter fuerte; de verdad que hacen una pareja perfecta. Su historia de amor no es tan dramática, estilo Wattpad, pero es a lo que aspiro en el futuro.
Mi mamá se va más temprano para el trabajo pero me deja todo preparado, así que es solo vestirme, hacer mi rutina de aseo y esperar a que llegue la hora para marcharme al colegio.
Pongo mi música a todo volumen y trato de ordenar lo imposible, mi cuarto. Me gusta mi desorden, pero soy consciente de que algún día tengo que recogerlo, aunque sea de aquí a unos cuantos años.
Por fin la hora. Afuera me espera mi amiga Sofía. Ella tiene mi misma edad, 15 años, tiene los ojos negros, pelo castaño,es delgada y alta; es la típica chica que si le dieran la opción de vivir en la escuela, aceptaría con mucho gusto, es muy estudiosa. Nos conocimos a mediados del primer curso de secundaria, desde el principio nos hicimos grandes amigas, vamos a la escuela junta casi todos lo días, aunque no estamos en el mismo salón de clases.
—Al fin— me dice ella claramente sofocada.
—Sabes que soy perezosa— le digo a modo de disculpa y comprensión.
Caminamos hacia el colegio, hablando de nada especial. Todo mi día se derrumba cuando planto mis pies en la entrada de la escuela, ese lugar que hace que mis ganas de vivir se reduzcan a un simple grano de arroz. Soy un poco exagerada lo sé.
Le doy las buenas tardes a todas los profesores y me incorporo a mi salón de clases, despidiéndome de Sofía. Miró a mis tan inmaduros compañeros, con cara de pocos amigos, y busco a Laura con la mirada.
Laura es una de mis dos mejores amigas, tiene ojos café, el pelo largo y castaño, es muy inteligente aunque debido a su adicción a Netflix prefiere quedarse en su casa pegada al iPad, en fin es un poco vaga, pero nada, la adoro, no hay nadie en esta tierra que no pueda quererla, es un amor de persona.
Voy a saludarla antes de que llegue el profesor.
—Por fin estás aquí, te tengo contar las últimas— el chisme antes que nada.
—Esta bien, a la hora del recreo me cuentas todos los detalles.
Hago mis mejores caras para que los profesores piensen que estoy atendiendo, pero la verdad estoy pensando en Eduardo. Eduardo es un chico que conocí en el primer curso de la secundaria, desde que lo vi me enamoré. El tiene los ojos color miel, unos labios carnosos hermosos, listos para besar los míos; no sé cómo describir su constitución física, ya que es promedio, no tan delgado, pero tampoco tan fuerte. Lástima que solo me pueda besar en sueños, debería estar atendiendo a clases y no darle tanta importancia a un chico que ni siquiera está interesado en mi. Pero tengo las esperanzas de que pase como en la novelas que el niño lindo de la escuela se enamore de la niña fea, bueno fea no tanto.
Él se lo pierde. Porque yo tengo unos ojos almendrados hermosos y mis labios tienen unas comisuras perfectas, aunque no son muy gruesos. Es verdad que la naturaleza no me dio un cuerpo escultural, pero estoy agradecida, porque pudiera estar peor.
Por fin la hora del recreo, espero que estos treinta minutos pasen tan lentos como los de las clases de Matemáticas y Geografía.
Laura y yo nos juntamos rápido y fuimos al lugar de siempre con nuestros amigos. De verdad que elegimos bien el lugar, se ve toda la escuela desde ahí. Nos sentamos en unas piedras y observamos el panorama, mientras Laura me cuenta las últimas noticias de su más reciente conquista.
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Amarga Realidad
Подростковая литература¡Hola! Soy Eva tengo 15 años y soy una chica totalmente normal. Tengo un crush, muchísimos amigos y unos padres maravillosos. Pronto también tendré un vecino que pondrá mi vida patas arribas.