*Capítulo 5*

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No podía creer lo que estaba viendo, no sabía cómo reaccionar si llamar a mis padres o a la policía, o armarme de valor y acercarme a la puerta para ver quién estaba ahí.

Al final caminé con sigilo a la entrada, con mi teléfono y con un jarrón de cristal, para estar más segura. Abro la puerta poco a poco.

¡Dios mío! Lo que mis ojos estaban mirando no podía ser cierto, era él. Me observaba extrañado y sorprendido e igual de sorprendida me puse las manos en la boca.

—¿Qué haces aquí? Voy a llamar a la policía— le advertí furiosa para que se fuera pero hizo caso omiso a mi advertencia—

—No sabía que esta era tu casa— me responde.

—¿No te vas a ir? no, un momento, la pregunta correcta es ¿Cómo llegaste aquí?—

—Un mago nunca revela sus trucos— me quedé pasmada, no sé como tenía el valor de todavía estar ahí.

—Voy a llamar a la policía, has irrumpido mi privacidad y mi seguridad, justo ahí queda mi cuarto— afirmo desafiante.

—Haz lo que quieras, poco me importa— no me sorprendía, pero sí que me asustaba más de lo que ya estaba.

—Dime tu nombre y te dejo quedarte— a veces es necesario el chantaje.

—No—.

—¿Por que no quieres que sepa tu nombre?— me acerco cuidadosamente.

—Por que no, dime el tuyo— responde.

—Eva, ves, yo no tengo problemas con decírtelo— hasta ahora no me había mirado a los ojos, pero con un movimiento brusco hizo que nuestras caras estuviesen a unos centímetros de distancia y una mirada intensa recorriera todo mi cuerpo. Me alejé rápidamente no me gustaba tenerlo tan cerca.

—Te exijo que te vayas ahora mismo de mi casa y no vuelvas nunca más, no sé quién te has creído para subir hasta aquí e invadir la casa de otras personas, así que vete ya, esta vez sí voy a llamar a la policía— dije molesta.

No respondió, solo atravesó la cerca y se marchó. Me quedé sentada contemplando como se iba.

No me dormí hasta una hora después de que se fue, la incertidumbre de si volvía o no, me causaba mucho inquietud, pero al final el sueño me venció y dormí profundamente.

—Eva— me llama en voz baja mi mamá desde la puerta de la habitación.

—¿Qué pasó?— pregunto cubriendo mi cara con la sábana.

—Ya son las once de la mañana, has dormido bastante— me dice acercándose.

—Es que fue una noche larga, ahora mismo me levanto— le contesto.

—Te salvaste que hoy es sábado, si quieres sigue durmiendo, solo estaba preocupada porque nunca habías dormido tanto— me dice mientras se va.

—No hace falta dentro de cinco minutos bajo— le respondo.

En cuanto sale, cojo mi teléfono y llamo a Anna.

—Dentro de quince minutos estoy ahí— le digo medio dormida.

—Te espero— colgamos a la misma vez.

Bajo las escaleras corriendo y me meto en el baño. En menos de quince minutos ya estaba lista. Salí de mi casa apresurada, con el desayuno en la boca, crucé la calle, Anna ansiosa me esperaba en su portal, la salude y entramos.

Después de saludar a sus padre nos encerramos en su cuarto.

—Cuenta que tengo curiosidad— me dice acercándose para escuchar con detenimiento.

Amarga RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora