"Nunca veré a tu familia más que la mía".
—Valentina, ya hablamos de esto —dijo ya cansada de la pequeña discusión que se estaba formando—. Ya les dije a mis padres que iríamos hoy a verlos, otro día podemos ir a la casa de tus padres.
—¿Y por qué mi familia es la que "podemos ir a ver otro día" y no la tuya? —hizo una mueca, no le gustaba discutir con su novia—. Les dijimos a mis padres que iríamos hoy y punto —dijo harta.
—¿Entonces que le digo a mis padres? Val, no les puedo fallar ahora que ya deben estar preparando la cena.
La pareja se sentó en diferentes sillones con expresiones fastidiadas. El silencio reinó en el apartamento, ninguna dispuesta a hablar. Juliana ya se estaba poniendo a morder las uñas, y Valentina movía su pierna de forma ansiosa, a ninguna de las dos les gustaba ese ambiente, menos entre ellas.
La rubia fue la primera en hacer un sonido junto con una mueca y por fin hablar. Raro, ya que ella era demasiado orgullosa.
—Uhg, por favor, Juliana, ¿podemos intentar arreglar este problema?
—¿Y cómo arreglamos esto? Nuestros padres nos van a querer matar si les decimos que no iremos. ¿Qué propones para que nadie se enoje? ¿Sentarlos en la misma mesa? —habló sin darle mucha importancia a su comentario. Valentina abrió sus ojos interesada, no era una mala idea.
—¡Eso! ¿Cómo no lo habíamos pensado antes? —sonrió.
—Espera, ¿de qué hablas?
—Digámosle que vengan para acá y cenamos todos juntos, así ambas vemos a nuestros padres al mismo tiempo —Juliana quedó pensativa, pronto asintió de acuerdo con la mayor—. Amor, ¡eres una genio! —se le acercó y la besó rápido, al alejarse fue a buscar su teléfono, tenía unas llamadas por hacer. La pelinegra seguía en el sofá perpleja. ¿Qué acababa de hacer? De cualquier forma, se levantó y tomó su celular para llamar a su madre y decirle que mejor vinieran a su apartamento. Y aunque le parecía una locura, quizás era la mejor decisión.
[...]
Valentina sonriente abrió la puerta al tener ya a sus padres y suegros enfrente ella. Abrazó a cada uno mientras iban entrando al apartamento, dándoles una cálida bienvenida.
Cerró la puerta y se quedó en el salón hablando con sus padres, mientras que sus suegros iban a la cocina a dejar unas bolsas con comida y saludar a su hija.
Empezaron a poner los platos y servir la comida y el vino en las copas, excepto a los que iban a manejar luego, por supuesto. Se sentaron alrededor de la mesa, listos para empezar a comer.
—¿Cómo va la boda? —preguntó emocionada la madre de Valentina por la ceremonia.
—Falta elegir el color de la torta, la vestimenta y las invitaciones, el resto ya está listo —anunció Valentina.
La señora Valdés sonrió feliz.
—Entonces, ¿para cuándo es la boda?
—El catorce de septiembre —respondió esta vez Juliana.
—¿Y los anillos? Hay una joyería que hace unos anillos hermosos, pero deben pedirlos como con un mes de antelación —habló el padre de la mayor recordando la joyería que vio esa tarde.
—¿La joyería Pandora? —el hombre mayor asintió.
—No te preocupes, ya pedimos los anillos —anunció tranquilizando a su padre.
Los anillos serían un poco delgados de oro con el nombre de la otra escrito dentro de forma elegante y en cursiva.
La boda sería al aire libre fuera de la ciudad. El lugar parecía un jardín botánico por lo grande que era, pero ese lugar estaba únicamente reservado para bodas. El que entregaría los anillos sería Javier, y los testigos serían Renata y Nicole.
El menú estaba decidido, coincidiendo con los gustos de cada invitado, lo cual fue más complicado de lo que pensaban. Tuvieron que pedir que cada invitado les diga sus gustos y alergias, no querían que en su día hermoso se convirtiera en una tragedia.
¡Oh! Y la torta... eso sí que fue complicado. Cada invitado tenía una torta favorita distinta, tuvieron que buscar una que calzara con los gustos de cada uno, y eso no fue una tarea muy fácil que digamos.
Cada vez que pensaban en los preparativos y todo lo que se demoraba en preparar una ceremonia que duraría un día, querían tirar todos los catálogos por el balcón y solo casarse rápido en su apartamento, aunque sabían que al final del día, lo que desearon era una completa mentira. Quizás sería una ceremonia que no dudaría más de nueve horas, pero sería el día donde se iban a prometer un amor eterno y sincero, querían tener un lindo recuerdo de su día.
—Quiero hacer un brindis por nuestras hijas que se casaran —se levantó el padre de Valentina alzando su copa que sólo estaba llena con jugo de piña.
Los demás también se levantaron alzando sus copas.
—No saben lo que se les viene —dijo ahora el padre de Juliana de forma cansada, aunque solo estaba fingiendo. Su esposa le pegó suave en el brazo y el mayor solo rio burlón, dándole un beso en la cabeza a la mujer.
—Salud —dijo la madre de Valentina.
—¡Salud! —dijeron todos al unísono. Y las prometidas felices sabían que pronto, el próximo brindis, sería en su boda ya casadas.
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Dear Future Wife |Juliantina
RomanceCuando Juliana iba en el colegio, su profesora le hizo escribir una carta a su futura esposa; En esa carta escribió algunos consejos por si quería ser su único amor. Ahora, años después, se casaría con Valentina, y aún sin recordar de aquella carta...