¡Adrien!... ¡Uy! Perdón

350 14 2
                                    

Me quedo un rato -que se me hacen minutos-, asimilando toda la información dicha. Cuando vuelvo a la realidad, corro hacia Adrien sin pensármelo dos veces, cosa que causa que me choque con un torso trabajado y que me tambalee hacia atrás, suerte que unos brazos alcanzan a sujetarme.

-¡Uy!... Perdón. - Levanto la cabeza, lo que me permite ver un rostro que parece haber sido esculpido por los ángeles. Pelo de un intenso rubio, y unos ojos azules, que aunque son preciosos, me miran con una superioridad anormal para alguien tan joven. Entre unos dieciocho o diecinueve años, quizás.

- Cuidado por donde andas, nena. La próxima vez, no estaré para cogerte. - Me guiña un ojo. Engreído.

Muevo mi cabeza, dándole las gracias, y ahora si, corro hacia Adrien.

Me visualiza cuando estoy a dos metros de él, y no duda en recibirme con los brazos abiertos. Me abraza fuertemente, sin dejar que el aire entre en mi, pero no me importa. Adrien es toda la calma que yo necesitaba. Y ahora, lo tengo aquí, conmigo.

- Nosotros no lloramos, Jane. - Dice secando unas lágrimas que no había percibido. - Nosotros nos reímos de lo malo para demostrarle que somos más fuerte que lo que nos propone. ¿Lo recuerdas?

Asiento. ¿Cómo no acordarse del que ha sido nuestro lema des de que nos conocemos? No podría olvidarlo, ni aún que quisiera. Porqué no es solo un lema, es el lema de Adrien y mío.

- Adrien, ¿qué hay del rubio? - Pregunto. ¿Será tan engreído como parece?

- ¿Qué rubio? - Cuestiona recorriendo toda la sala con su mirada.

- El que nos está mirando. - Respondo viendo de reojo al prepotente.

- Jane, cariño, fíjate bien. Todos los presentes están mirándonos en este momento.

Imito su acto anterior, recorriendo todos los presentes - que nos observan fijamente, - con mis ojos, hasta que se quedan fijos en una esquina.

En la pared, está apoyado uno de los chicos más guapos que he visto en mi vida. Pelo castaño oscuro, con el flequillo mínimamente levantado, con la piel bronceada y, con unos ojos marrones, que aunque son bastante comunes, poseen algo diferente.

Está rodeado de dos chicos, que apuesto a que son gemelos, gracias a su idéntico parecido.

Mis ojos se quedan clavados con los marrones del chico de la pared. Me observa con curiosidad mientras me evalúa de pies a cabeza, para después mirarme con indiferencia. Y, joder, eso duele un poco.

- Adrien, ¿por qué nos miran todos? - Le pregunto, analizando a los demás presentes.

- Porqué eres la última. - Frunzo el ceño, esperando una respuesta un poco más concisa. - Por lo que sé, todos hemos echo una prueba para poder salir de aquí, y tu has sido la última en solucionarla.

- ¿A qué te refieres? ¿A qué he sido la más lenta de todos? -Pregunto preocupada.

- No lo sé, supongo.

Suspiro.

- Bueno, eso ahora ya no importa. ¿Cómo hemos llegado aquí? -Pregunto, en espera de una respuesta que me revele algo de lo que ha ocurrido el tiempo que he estado aquí.

- Tampoco lo sé, sinceramente, de lo único que me acuerdo es de que salí de una fiesta de casa de un amigo y que me desperté en esa sala donde tuve que hacer la prueba.

-Dios mío... -Digo mientras me pongo las manos en la cara en signo de desesperación. Pero esto no iba a quedar así.

Sin pensarlo dos veces ni decirle nada a Adrien, me dirijo hacia la primera persona que se me cruza con la vista, la cuál es una chica con pelo rubio y ojos azules bastante bonita.

El CampamentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora