IX. Una Segunda Oportunidad

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—Hola.

—Hola...— su nerviosismo me causó bastante ternura, sumando también el leve color rojo que adornaba sus mejillas. Me fue inevitable soltar una risa.

—Tranquilo, sólo trato de ser amable. Sé que ser nuevo, y a parte becado, es una tortura completa.

—¿Cómo sabes que soy becado?

—Los becados somos los únicos que llegamos de repente.

Vaya, parece que esto es muy común entre los nuevos. Me recuerda a cuando Totto me dio la bienvenida.

—Somos, ¿huh?

—Si. Yo también soy becada, llegué hace tres años y actualmente soy la presidenta del consejo estudiantil. Te di la bienvenida hoy, de hecho.

—(a)_____ ______-san, disculpa que no te haya reconocido. La verdad yo...

—Tranquilo. Puedes sólo decirme ______. Y como diría mi buen amigo Totto, el chiste de todo es que, no quiero que pases un mal momento. Seamos amigos, ¿si?

—Desde luego.— dijo dedicándome una reverencia.

Y así inició todo, con una yo amable que trataba de hacer sentir bien al nuevo.

Fuimos amigos durante un tiempo, conociéndonos a la perfección, y de un momento a otro... yo ya estaba perdidamente enamorada de él.

Su trato, su cariño, sus detalles, sus pequeñas acciones... Rosho era el chico perfecto, el chico por el que cualquier chica podría dar lo que fuera. Aunque, siempre estuvo en mi la inseguridad de, si yo podría ser alguien digna de él.

Quizá éramos similares, quizá nos llevábamos muy bien, pero puede que yo no fuera su tipo. Y lo entendía, podían haber muchas mejores que yo. Después de todo, mi posición en la escuela, no me garantizaba su amor.

—¿Qué sucede, Rosho?

Me había ido a sacar del consejo estudiantil, diciendo que tenía algo muy importante que hablar conmigo, y que era de vida o muerte. Se notaba nervioso, y aquel peculiar sonrojo que me fascinaba, adornaba sus mejillas.

—Yo...

—¿Tú...?— soltó un suspiro. Pensó un momento más sus palabras, y finalmente soltó una risa.

—Seguramente me odiarás después de esto, pero es algo que ya no puedo controlar. No puedo evitar que mi corazón lata a grandes velocidades cuando estas cerca de mi; tampoco el qué mi mente piense en abrazarte cada momento del dia; mucho menos, las ganas que mis labios tienen de probar los tuyos. Perdón, perdón, en serio, perdón.— dijo, y antes de que yo pudiera decir algo, él ya se había avalanzado sobre mí, besándome.

Sus manos sostenían mi rostro con delicadeza, y firmeza a la vez. No pude evitar llevar mis manos hasta sus brazos y seguir aquel beso.

Mis sentimientos por él eran correspondidos, y me sentía más feliz que nunca.

El aire nos faltó, y se alejó de mis labios, pero manteniendo nuestras frentes juntas. No abría los ojos, simplemente trataba de controlar su respiración.

—Perdóname.— yo reí, y entonces se alejó por completo.

—Rosho...— lo llamé, obligándolo a que me mirara.

「Mi Verdadero Yo」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora