Un clavo saca a otro clavo... o no...

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Eran las nueve de la mañana cuando desperté. Sólo faltaban dos horas para que Jorge apareciese en el estudio, seguramente, luciendo su impecable sonrisa. Empecé a notar los nervios en el estómago y me senté en la cama, tapándome la cara con las manos.

- Vamos Lola, Jorge es Jorge, Jorge no es Hugo. - me dije, mientras seguía sentada en la cama mirándome en el espejo que estaba justo en frente, en la pared - JORGE solo es JORGE.

Me empecé a sentir mal al recordar a Hugo. Hugo era mi ex. Mi jodido ex, al que había dejado hace más de un año, cuando me mudé a Valencia para empezar la carrera en la universidad. Pero también fue mi primer amor, ese que nunca se olvida y es el que más te marca, según dicen. Todos pensamos que nuestro primer amor va a ser el último, que no va a haber más, y que vamos a ser felices y comer perdices para siempre. Novios, se casan, compran una casa, tienen hijos, son felices, mueren en paz y harmonía. Fin. ¡Ja! Qué ingenuos somos, no nos damos cuenta de que este tipo de cosas solamente pasan en las películas románticas y no en la vida real. La vida es dura, deberíamos asumirlo y no soñar por tener una vida de película.

Yo quería olvidarlo, quería olvidar a Hugo, y que él me olvidase a mí. Aunque siempre preferí que si nuestra relación terminaba, que no terminase así. Me hacía daño, y yo a él, por eso quería alejarme, dejándolo en el pasado, en mi desaste, aunque en el fondo seguía sintiendo que me hacía falta, que me hacía falta todo él, a pesar de que ya había pasado tiempo suficiente como para poder olvidarlo; pero sabía perfectamente que estar con él era autodestruírme de forma lenta y dolorosa. Por un momento, me pregunté si él seguiría pensando en mí, si seguiría echándome de menos. Si todavía me quería. Noté como se me encogía el pecho al recordarle en su habitación, sentado en su cama rodeándome la cintura con sus brazos fuertes, en su regazo, mientras me decía con su voz dulce:

- Te amo. Nunca he sentido tanto por una persona. Ahora que has llegado hasta aquí, no te dejaré ir. Jurado.

Sin poder evitarlo, empecé a llorar. Le echaba de menos, demasiado. Tenía que olvidarle, e instintivamente mis pensamientos me llevaron a otra de sus frases, que se me quedó clavada en el pecho, de tanto que me la recordaba.

- ' Nadie dijo que fuera fácil ' - dije en voz alta. Intentando recordar la forma de sus labios mientras me lo susurraba cada vez que nos despedíamos para recordarme que por muchos problemas y discusiones que tuviéramos, seguiríamos juntos. Porque según él, tener una relación perfecta no era posible. Y que cada vez que nos proponíamos un objetivo, tendríamos que llegar a él aunque nos pareciese imposible, porque para nosotros los imposibles no existían. Imposible significaba que solo era un poco más difícil. La vida estaba llena de objetivos y nadie dijo que fuera fácil llegar a ellos. Para nosotros nuestro objetivo siempre fue una vida juntos, pero por unas razones o por otras, el objetivo pasó de ser un poco más difícil, a ser verdaderamente imposible. Todavía me dolía. Sabía que no iba a ser fácil olvidarle, aunque ahora la frase estuviese en otro contexto, le daba la razón.

De pronto, me acordé de Jorge, al que vería dentro de un par de horas, y con el que debería sincerarme, aunque no del todo, hay cosas que tendría que callarme y seguir guardándolas en mis adentros. Sabía que Jorge había despertado algo en mí desde el primer día que nos vimos en clase, concretamente hace un par de meses, poco más. Aunque se adueñase de todas mis sueños los últimos dos meses. Todos mis sueños se convertían automáticamente en pesadillas cuando Jorge aparecía en ellos, no entendía por qué, me daba miedo, porque el chico me gustaba. Además, casi nunca era capaz de recordar el sueño completo, siempre era la misma imagen, Jorge apareciendo en ella, como si quisiese entrar en mi vida para hacerme daño. Y me despertaba llorando entre sollozos, casi sin poder respirar. Pero esto cambió la noche anterior después de haberle llamado. Esa noche la pesadilla se convirtió en sueño, y Jorge no llegaba para hacerme daño, sino para salir del agujero negro que me conducía al sufrimiento. Esto me dio esperanza. Desde el primer momento me había gustado su forma de ser, su sinceridad y que siempre fuese tan directo. Simplemente, me había gustado. Y físicamente también me atraía, solo había que recordar el vigésimo aniversario de Ainoa, aunque sinceramente, no sé qué se me pasó por la cabeza ese día. Bueno, sí, seguramente unos cuantos chupitos de tequila demás, que nos acabaron llevando al dormitorio, cosa que a Ainoa no le hizo la más mínima gracia. Aún puedo recordar sus gritos por teléfono a la mañana siguiente. Había sido un desastre. Me arrepentía de haberlo hecho, porque esa noche mientras estaba con Jorge, pensé en Hugo, y yo no quería hacerle daño. Me arrepentía, aunque no estaba bien arrepentirse, a lo hecho, pecho, como dice el dicho. El problema es que hay cosas que no puedes cambiar después de haberlas hecho por mucho que quieras, y te da miedo que influyan en ti o en tu futuro, o incluso en el de los demás, nadie quiere hacer daño a nadie. Ni tampoco nadie quiere herirse a sí mismo. Yo solo quería olvidar a Hugo.

Nadie dijo que fuera fácilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora