τέσσερις. Fertilidad.

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Habían pasado pocos años desde su transformación, los mortales y mundanos lo tomaban por un enviado de los dioses, un profeta, un μαντείο viviente.

Su presencia era llamada a las cortes reales para resolver los problemas desde antes del cambio. Pero después, oh, después, el don pasivo concedido por los dioses se convirtió en algo más, algo mucho mejor.

La transformación también cambió sus ojos; estaba mayormente ciego como humano, pero con el cambio podía ver el mundo tal como antes de que su pariente le causara la ceguera. Después de ese accidente se había resignado a no volver a ver y se había adaptado, usando los otros sentidos para formar una imagen psíquica de su alrededor.

Mientras que los reinos no supieras cómo se curó, todo estaría bien. No podrían maldecirlo con ser un monstruo del infierno y no enviarían a sus campeones a cazarlo. Que los reyes y nobles buscaran su consejo en las decisiones más importantes también ayudaba.

Cuando pudo controlar mejor sus instintos decidió volver a participar en los ritos a los dioses, y el que se acercaba era el de Dionisio, una gran celebración a la fertilidad que todos en Grecia seguían, aunque no de la misma manera. Él, por ejemplo, participaba en las más carnales, festejando la propia fertilidad.

El camino fue fácil y rápido, solo tuvo que mantener una capa para cubrir su piel y que no brillara, lo peor de la transformación, para evitar los rumores. Se dirigió desde Beocia, con una parada en el templo de Delfos para hacer algunos sacrificios en honor a Febo Apolo, y seguir hasta Piería, para llegar a Olimpo.

Si de verdad quería disfrutar las festividades para Dionisio, entonces tenía que ir al centro del país, donde todas las criaturas podían estar en paz. Ninguno de los campeones mortales se arriesgaría a la ira de los dioses por manchar el honor del dios de la locura.

Llegó justo la noche previa al comienzo del festival. Podía ver a miles de criaturas conviviendo sin problemas, bailando y preparando todo para la noche siguiente.

Los puestos de comida iban desde comida humana hasta simples hierbas y tónicos extravagantes.

—Al fin —suspiró, quitando la capa de su cuerpo y respirando para obtener todos los aromas alrededor.

Un olor parecido a los rayos era el más prominente, las criaturas de los bosques y montañas lo compartían. El olor a agua salada y humedad era característico de las criaturas acuáticas, que vivían en orillas, ríos, lagos y mares. Un olor que se suele asociar con los días soleados era lo que identificaba a las criaturas voladoras, que vivían volando por los cielos de toda Grecia, sus descansos los solían tomar en las puntas de las montañas, lo más cerca del cielo que se podía. El olor a sangre lo soltaban las criaturas que se alimentaban de ese líquido o derivados, o que lo usaban para trabajos; los brillantes, algunas de las brujas, los incubus y succubus.

Tiresias pasaba de puesto en puesto, algunas veces comprando algún amuleto, algunos de protección y otros de persuasión, para cazar más fácil. Hablaba con algunos seres, otros coqueteaban con él, pocos lo veían con malicia. En estas fechas no se permitía ningún atentado a muerte.

La festividad empezó al finalizar el trabajo de Apolo y comenzar el de su hermana Artemisa. Para cuando la luna estaba en lo alto ya había canciones, bailes, gritos y gemidos alrededor de la gran hoguera en honor a Hestia.

TW: comienzo de descripciones explícitas, leer con precaución. Mención de sexo, varias parejas sexuales, sexo ritual, sexo público tomado como algo común, relaciones entre personas del mismo sexo, sexo entre diferentes criaturas que podría considerarse bestialidad, entre otras cosas. Si es una persona sensible, saltar hasta la siguiente vez que esté un triángulo, al final del capítulo estará un resumen de lo más importante que se salta en esta etapa. ∆

La primera criatura a la que se acercó fue una driade, espíritu de la naturaleza. Su piel entre rosa y verde, su cabello lleno de flores azules, su cuerpo con curvas, sus brillantes ojos verdes (más tarde supo que era por la clorofila), todo su ser le llamaba, como si fuese un hechizo de la propia Afrodita.

Sus manos vagaban por sus pechos, apretando de vez en cuando, midiendo su propia fuerza. Las de ella también vagaban, pero hacia su trasero, clavando sus cortas garras para dejar marcas. Tiresias estaba seguro de que al amanecer tendría el cuerpo cubierto de todo tipo de marcas, aunque fuese más difícil traspasar su piel.

Una pareja estaba a su lado y los llamaron a unirse, una harpía (torso y cara de mujer y alas, piernas y garras de buitre) y una elfa (de los elfos grises, baja estatura, cabello plateado y orejas puntiagudas más caídas). La elfa estaba sobre la harpía, dejando sus dedos dentro de su vagina, dando suaves vaivenes, mientras la harpía usaba las garras de sus manos para desgarrar la ropa que traía la elfa, dejando su atractivo cuerpo a la vista.

—¿Por qué no se nos unen? —sonrió la harpía, entre jadeos—. Me gustaría que el brillante me mostrará su fuerza y la driade me puede atar son sus ramas.

—Me encantaría atarte, te verás exquisita colgando desde mi árbol —se lamió los labios la driade.

La elfa se rió, dejando a la harpía en el suelo y empujando al hombre para quitar su ropa.

—Primero tenemos que quitar estos estorbos, ¿no les parece?

Entre las tres criaturas quedó acostado a un lado del borde del bosque, un poco más lejos de la hoguera, y desnudo. A los lados había más parejas, tríos y grupos, pero no les prestó mucha atención. Veía figuras masculinas y femeninas muy llamativas, que lo incitaban a actuar, pero ya habría tiempo para más.

La driade se sentó ahorcadas de él, la elfa justo detrás de ella y la harpía pasando sus garras por los hombros de todos, en turnos.

Su pene desde hacía rato estaba erecto, goteando un líquido blanquecino. La de flores atrajo lianas y ramas de unos árboles cercanos para inmovilizar sus brazos, dejarlo totalmente a merced de las criaturas femeninas.

La elfa usaba sus dedos, ahora, en el trasero de él; la harpía le clavaba las garras en los glúteos, dejando rasguños blancos en su piel morena, como las que se dejaba en una piedra; la driade guío su pene a su vagina, entrando de una sola sentada.

—¡Ah! —gimió la de piel verde.

La manera en que los dedos de la elfa daban en su punto dulce lo volvían loco, las embestidas se aceleraban por los espasmos placenteros, su pene se clavaba con fuerza en la driade, los escalofríos de placer no lo abandonaban en ningún momento.

La harpía se aburrió de solo causar rasguños, tomó una de las ramas dejadas por la driade y presionó. La punta rugosa fue poco a poco entrando en la vagina de la de orejas puntiagudas, la textura dispar hacia que los gemidos de la elfa se escucharan cada vez más agudos.

Solo después de tres rondas, una con cada una, las criaturas femeninas dejaron libre a Tiresias, libre para seguir festejando.

La siguiente pareja que tomó fue un naga (una especie de serpiente, la mitad superior era la de un hombre con escamas en lugar de piel y la parte inferior era todo serpiente), había un dicho: 'si no festejaste con nagas, no festejaste en absoluto'. Las mejores parejas sexuales eran esas criaturas.

∆ RESUMEN: realmente no hay nada importante que resaltar, solo que Tiresias estuvo con varias criaturas: driade, harpía, elfa y mención de un naga. ∆

La noche pasó a través de pasión, sudor, gemidos, aullidos, jadeos y muchos ruidos nacidos del instinto de reproducirse; después de todo, la fiesta de Dionisio es sobre la fertilidad, las parejas buscan concebir y realmente no les importaba si la descendencia producida era de otras criaturas.

Τειρεσίας | Jasper Hale |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora