Eight.

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Dos pájaros en un cable.
Uno trata de volar, y el otro...

-Sasuke- interrumpió el rubio a los pensamientos infinitos que parecían volar por el aire que rodeaba al azabache, perdido, como si quisiera refugiarse de lo indeleble. Porque algo casi había pasado en esa cama desordenada, testigo de lo que no podía ser borrado. -Bajemos ya, no quiero que lo que ayudé a preparar con sudor y lágrimas, se enfríe.

Las risas ayudaron a que el ambiente tenso sucumbiera al fondo de esa habitación, y el azabache sonrió grácil al hecho de que Naruto fuera quien es, y pudiera estar seguro de que todo seguiría igual.

-El hecho de que añadas "sudor y lágrimas" a la frase, me hace perder las ganas, dobe.- sus manos hicieron comillas, y rodó los ojos con sarcasmo, ambos rieron con aquella acción y el de marcas en las mejillas giró sobre sus talones para salir de la habitación. Sasuke estaba a un paso de alcanzarlo, pero se detuvo, ahora el único pasar audible eran los saltitos de Naruto, quien siguió su camino sin cuestiones.

Sasuke se detuvo, y paró en el hecho de que Naruto es quien es, y por ello, está seguro de que todo seguirá igual, y eso ya no le alivia; simplemente le frustra y suspira con pesadez. Maldecía siquiera pensar en eso, pero, por favor, era tan injusto que fuera totalmente justo. Naruto no le debía nada, era una persona totalmente libre con pensamientos y sentimientos propios, y aquello era lo más aterrador, porque el rubio que conocía desde los 8 años, era todo un mundo que no cualquiera podía entender, y no tenía remedio, porque Naruto es así, y Sasuke lo sabía, Sasuke lo sabía y aún así...

Algunas veces quisiera que Naruto no fuera un dobe.

~~~

-¡Feliz cumpleaños!- dijeron los asistentes, pero a los ojos y oídos de Sasuke, la voz chillona y molesta de Naruto y su patética sonrisa enorme, fue lo único que existió por un efímero instante.

-¡Que chingue su madre el cumpleañero!- gritaron, y así fue el recibimiento para Sasuke en su fiesta sorpresa, y los organizadores juraban que eso no estaba planeado.

-¡Sai hijo de!-exclamó el rubio con un enojo que trataba de aguantarse una risa que evitaría a toda costa que saliera. Así lo persiguió por toda la casa sin parar, hasta que el de tes pálida se rindió ante su destino y recibió un tacleo que los hizo caer ante los pies del cumpleañero. -Ahora pídele perdón a Sasuke, maldito.

Luego de una disculpa a medias y muchos gritos, el azabache musitó un "Gracias", apenado y con un leve sonrojo que ocultó a la perfección. Con ello el ambiente cambió y el rubio dudó en su seguridad, sufrió uno de esos desliz que le solían ocurrir cuando Sasuke estaba involucrado; como cuando peleaba con Kiba por el último huevo estrellado que Itachi hizo para el desayuno y Sasuke rió achinando los ojos, ocasionando su desliz y que así el vencedor fuera el chico perro.
O cuando Naruto fue el encargado del huerto por un día y al llevar las cosechas a la reserva, se encontró con un Sasuke obrero, con ausencia de camisa y sudoroso, -ya que ayudaba en los cultivos y demás- luego de que sus ojos quedaran estancados en la escena del azabache secando el sudor de la frente con su brazo trabajado, dejó caer la canasta de los cultivos, costandole el revoco del trabajo y degradandolo a espantapájaros.

-Sasuke, ven aquí, hicimos galletas de cumpleaños- habló Itachi, quien sostenía la bandeja con ambas manos escondidas en los viejos guantes de cocina de su madre. Todos lo observaban espectantes, como si fueran la audiencia de un teatro esperando algo, los miró con agradecimiento, sus amigos estaban ahí, sus conocidos, su hermano Itachi, Deidara que se unió a ellos días después del incidente buscando refugio, y el más importante, Naruto, ese ser imperativo que nunca se callaba, aquel que conoció en un festival por primera vez y eso, conocerlo, era algo de lo que jamás se arrepentiría, podía asegurarlo con su vida. El de cabello oscuro se acercó y se llenó del aroma a galletas recién horneadas, los recuerdos inundaron su ser y por un breve momento, se permitió imaginar a su madre llamándolo para comer galletas de cumpleaños los cuatro juntos, como una familia. Y su rostro sufrió un desliz, fue corto, casi fugaz, pero lo suficiente como para que un rubio lo notara sin problemas, aunque no diría nada, no todavía.

blue in the end of the world. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora