25 de diciembre 1998
La depresión y ansiedad se adhirieron a su mente como el musgo a una roca. Solo se sentía liberada cuando le dedicaba tiempo a leer. Muchos minutos, horas, inclusos hasta días enteros. Leer era su pan y también su vino, casi olvidando pero nunca borrando por completo ese Dios que nunca vió con sus ojos, pero lo sentía en alguna parte de su corazón.
Ubicando en un libro de tips y trucos para la salud "Maneras de combatir la ansiedad" esta vez fiándose más de los científicos. ¡¡¡Los perros!!!
Ayudaban en ese tema tremendamente, su pelo, su olor, sus cálidas reacciónes, la nobleza de su mirada, lo acojedor de su forma de ser, todo eran factores que contribuían a la relajación ¿Entonces? ¿Por qué no! Tenía un perro, también una correa y un aire maravilloso el cual se mostraba puro para respirarlo de la mejor manera, un paseo le vendría estupendo.Comienza a caminar, un momento donde solo era ella, un perro, y los pasos paralelos conectados por una correa. Konan era robusto y arrastraba a Teresa donde su antojo se lo indicaba. La dominaba jalando muy fuerte como perro de trineo. Cuando interesado por una ardilla la arrastra al jardín de la humilde casa de un extraño, ella por su lado tan flaca, con una fuerza nula y sin poder controlar la situación, es sometida a seguir su acelerado paso.
La vociferación sorpresiva de una voz aguda llena el patio.
-¡¡¡Quien anda ahí!!! ....
-Teresa no podía con la vergüenza en ese momento. Agachó la cabeza de ojos cerrados, como niño pidiendo perdón por romper la vidriera del vecino.
-Mi perro se ha vuelto loco señor, le ruego mis disculpas. -Pronunció con una voz quebrada que la hizo sonar débil.
-¿¿Que le sucede?? ¿Se siente bien?.-Pasaba del enojo a la preocupación ajena el señor.
Teresa levanta su cabeza y cuando abre sus ojos era el hombre más apuesto que jamás había visto en años. Camisa larga semiabierta dejando a descubierto pectorales adornados por una fina cadena de plata y un perfume de intenso aroma natural. Sus jeans eran unos vaqueros muy marcados, ajustados por un cinto negro de evilla plateada. Calzaba unas botas altas de cuero fino que reflejaban la luz del sol pareciendo pulidas por las manos de un ángel. Era el típico chico que le lanzaría unas miradas si estuviera de fiesta y claramente mucho más arreglada.
Por una milésima de segundo se despertó en ella un deseo que se hallaba muerto, sepultado y esfaltado bajo las profundidades de su cuerpo.
-¿En que estoy pensando? Mi madre casi murió ayer y ahora mi cuerpo además me traiciona.-Dijo inconsciente fuera de sus pensamientos, en un tono muy leve casi imposible de escuchar, pero se veía el movimiento de sus labios vocalizando palabras.
-¿¿Que dice?? ¡¡Venga entre!! Siéntese y beba un poco de agua. - Le invitó con total amabilidad al verla tan inestable.
Teresa aceptó la invitación pues necesitaba calmar sus nervios a la par que su sed, por todo el alboroto causado por Konan. Entrando a la casa mira sus paredes y cada uno de sus alrededores libremente, pues ninguna puerta defendía la privacidad de las habitaciones. Era una casa muy humilde, incluso en escala social fácilmente una de las más pobres y sin comodidades del vencindario. La ropa de clase que vestía el señor, no era referente de las condiciones en que vivía.
-Mi nombre es Julián mucho gusto.-Le habló mientras servía el agua en un vaso.
Se acerca a ella y estrecha su mano, brindandole el agua que tanto imploraba la sequedad de su boca.
Sentir desconfianza por tanta cortesía y además con alguien que había entrado sin autorización a su patio era normal en Teresa, puesto que odiaba la intensidad. No lo conocía de nada y esa generosidad nunca la había visto en nadie, específicamente nadie de este planeta. Se mantuvo callada sin respuesta alguna y extendió la mano para agarrar el vaso de agua.
Ignoró todo lo que decía el señor, obedeciendo la desconfianza que le contagió la vida y evadiendo los valores que le había inculcado su madre. Termina de beber el agua y toma a Konan por la correa para marcharse desesperadamente sin siquiera agradecer.
-¡¡¡Espera, espera!!! - La toma del brazo para llamar su atención impidiendo que atravesara la puerta.
-Toma este papel esta escrito mi número, no sé que tan lejos vives pero estaré dispuesto por si me necesitas.- Teresa lo miró a los ojos asintiendo con la cabeza, continuando el camino con su incómodo silencio.
Veía imposible que alguien se interesara por ella. Pensó que sólo sentía pena por verla en el estado que se encontraba, sentimiento que era lo que menos necesitaba en esos momentos. Pero al fin y al cabo, lo contrario aparentado, Teresa era una mujer joven, físicamente guapa, solo que muy descuidada y con un amor propio inexistente.
Daba pasos agigantados, desesperada por acabar de retirarse completamente del patio, sintió nuevamente el asfalto de la carretera en sus zapatos. Inhalo y exalo hasta expandir al máximo sus pulmones, sintiéndose más tranquila de volver a estar a solas con Konan, que era la totalidad de su vida social. Ella sabía que vivía solo a tres cuadras, considerablemente cerca. Pero iba a evitar a toda costa un encuentro o un casual tropiezo que diera inicio a la típica falsa historia idílica de amor novelista.
El traviezo Konan insistía en la persecución de la escurridiza ardilla y por segunda vez consecutiva corrió tras ella sin parar. Esta vez Teresa no pudo mantenerse en pie y del tirón cayó abatida al suelo duro de asfalto. Dándose un fuerte golpe en un costado de su cabeza. Estaba reposando adolorida, incapaz de levantarse del piso. Un mareo profundo invadió su cerebro, pero aún dándole mil vueltas todo a su alrededor, veía un rostro conocido a poca distancia de sus labios.
Había un pitido en su cabeza que acompañaba su visión ahogando sus oídos, pero distinguía una voz dulce que antes había escuchado diciendo. -¡¡¡Teresa, Teresa, levántate querida!!!
Mientras por otro lado agitaban bruscamente su hombro. Estuvo sintiendo esa sensación por unos minutos hasta que perdió por completo el conocimiento.
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Mi Humilde Desfortuna.[EN PROCESO]
EspiritualTeresa, la clásica mujer que enfrenta los problemas de su día a día con una audacia digna de admirar. Solo buscando el bien para su madre, sin traicionar sus humildes y religiosos principios, los que en parte la conllevan a momentos oscuros de su vi...