Seis.

15 1 0
                                    

Ruby Flint.

Idiota.
Si mi nombre apareciese en el diccionario su descripción sería idiota.

Estábamos en el sofá. Él me miraba pero yo a él no. Ni siquiera quería que él me mirase. Había dejado de llorar hace rato. Max estaba debajo de la ventana, tumbado y a punto de dormirse.

-Mira, sé que no nos conocemos, pero me ayudaste y yo te conté algo que solo sabe mi psicóloga. Siento que puedo confiar en ti más que en muchas personas a las que conozco de siempre, y si para ello tengo que contarte cualquier cosa, adelante pregunta. Pero quiero que tú también confíes en mí.
Te he visto en la consulta y lo que acaba de pasar ahora demuestra que tú también tienes problemas. No pretendo que me los cuentes todos, pero quiero conocerte, y no pierdo nada intentándolo.

Le miré. A los ojos. No quería volver a llorar, pero era inevitable hacerlo después de esto. Nadie me había dicho eso nunca, ni siquiera Elle en sus terapias.
Me sequé rápidamente las pequeñas lágrimas que se me habían escapado e hice un intento de sonrisa. Tomé aire. Quería confiar en él, pero no quería salir mal parada.

-Mi madre murió cuando yo tenía trece años. A la semana siguiente mi padre desapareció. Me dejó una nota diciendo que necesitaba tiempo para pensar. Han pasado cinco años y sigue sin aparecer. Le doy por muerto también.
Dejé de ir al instituto y de salir de mi casa. Cuando pasó un año me vi sumida en la pobreza. Y aquí estoy. Hago lo que puedo, pero nunca es suficiente.

No puede ver su reacción cuando terminé de hablar, simplemente porque no le veía.
Me veía a mí en la puerta de la biblioteca, con aire despreocupado un segundo y llorando sobre el cuerpo inerte de mi madre al segundo siguiente.
Me veía a mí en la cama, arrugando la nota entre mis débiles manos y llorando.
Me veía en el cementerio, pidiendo perdón a mi madre por olvidarla.
Pero no veía a Niall.

Lloré de la impotencia de no poder controlar a mis demonios, de saber que ellos siempre serían más fuertes que yo, que vencerían la batalla una y otra vez, y que mis esfuerzos siempre serían en vano.

Cuando pasaron dos minutoa y Niall siguió sin responder, dudé de haberle contado mi historia. Me alegré. No quería compartirlo con nadie.

-Lo siento -al parecer si lo dije en voz alta-. Temo que no he pasado por esto y no sé como te sientes, pero si de verdad haces todo lo que puedes conseguirás lo que te propongas.

Iba a reprocharle, pero él volvió a hablar.

-¿Sabes? Haberme traido aquí en mitad de la noche indica que no estás hundida, que puedes salir adelante. Y yo te voy a ayudar.

No quería llorar, no quería hacerlo. Porque sabía lo que eso significaba, y no quería.
Pero lo hice. Volví a llorar. Volví a hundirme.
No podía permitirme ser feliz porque acabaría mal. Como siempre. Destruía todo a mi paso. Y no quería acabar con Niall. Pero tampoco conmigo.

-Niall...

No me dejó terminar la frase, pues me abrazó. No quería que lo hiciese, y al principio me tensé. Pero él me abrazó más fuerte, intentando de alguna manera que no me desvaneciese en el aire.
Lo consiguió.

-Ruby, déjame ayudarte.

Asentí.

Nos separamos y me sequé las lágrumas con el dorso de la mano. Le miré y dije:

-¿Y tú?

-¿Y yo? -sonrió de lado- ¿Qué?

-¿Cuáles son tus problemas?

Me arrepentí cuando vi que su sonrisa desaparecia, sustituida por un semblante serio.

-Lo siento.

PsychologistDonde viven las historias. Descúbrelo ahora