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"Tienes llave. Entra."

Hanma leyó el mensaje en la puerta del edificio donde vivía Kisaki; era casi mediodía y sólo, sólo estaba despierto un sábado a semejante hora por dos razones: el sol asesino que le había dañado los ojos filtrándose por la ventana a eso de las 9 de la mañana, y el llamado de Kisaki a eso de las 10.

Bueno, en realidad había sido solo la llamada de Kisaki lo que lo había obligado a salir del revoltijo de sábanas y frazadas en las que últimamente se transformaba su cama culpa de las mil y un vueltas que daba durante la noche para conciliar el sueño. Kisaki le había pedido escuetamente que le consiguiera un par de cosas en la farmacia y que hiciera un par de llamados de rigor, nada demasiado complicado ni siquiera para su cerebro un poco adormilado.

Volvió a leer el mensaje, suspirando. El vapor del frío surgió de sus labios por breves segundos perdiéndose en la acera mientras acomodaba un poco más su tapado y la bufanda alrededor de su cuello enredándose con su cabello que ya estaba por demás largo. ¿Que entrara, así sin más? Bueno, no iba a ser la primera vez que lo hacía; por cuestiones de seguridad, Hanma llevaba consigo un juego de llaves extra del edificio y en varias ocasiones se había confundido las llaves de ese edificio con las del suyo por lo que había tenido que apartarlas, sólo por si acaso.

¿Qué ángel de la guarda lo había iluminado aquella mañana - mediodía - para salir con el otro juego de llaves encima? Solía dejarlo en su departamento con la idea alocada de, si era necesario, tumbar a patadas primero la puerta del edificio y luego la puerta del departamento de Kisaki. ¿Que por qué no llevaba ese maldito juego de llaves extra encima cuando justamente su función era la de ingresar rápido al lugar si la situación lo ameritaba?

Justamente por eso mismo. Porque Kisaki le había dado esas llaves en extrema confianza, una confianza que Hanma no se tenía a sí mismo. No quería caer en la tentación y mucho menos en la costumbre de invadir cuando quisiera la casa de Kisaki porque sabía, no iba a haber retorno para su estabilidad emocional una vez que el otro lo echara a patadas de allí.

Revolvió en sus bolsillos y por supuesto, tardó en distinguir las llaves de ese edificio. Metiendo la compra que había hecho en la farmacia hacía unos minutos en el bolsillo del tapado, luchó un ratito con las llaves e ingresó al vestíbulo vacío, frío y amplio del edificio sin problemas.

El asunto había sido apenas había llegado al piso de Kisaki, el único departamento que allí había. Se había quedado de pie, tieso tras la puerta con la llave en la mano y la quijada un tanto caída, la mente a punto de quedar en blanco.

Y su nariz inhaló más fuerte incapaz de creer lo que había captado cuando había salido del elevador. En efecto, el aroma a jazmín llegaba hasta allí, hasta fuera del departamento; era suave, bastante sutil...¡pero había logrado atravesar la puerta! Dios querido, ¡qué intensidad tendría dentro de aquellas paredes...!

En ese instante, varios pensamientos se entrecruzaron en su cerebro y sus neuronas hicieron cortocircuito cuando las ideas y sentimientos ambivalentes chocaron en una guerra sin cuartel.

Por un lado, ansiaba ingresar y llenar sus pulmones de aquel efluvio tan deseado, tan anhelado; no era para nada común que Kisaki permitiese semejante exabrupto. Solía cuidarse bastante - por no decir, desgraciadamente demasiado - con el tema de sus feromonas y Hanma, hasta la fecha, había sido incapaz de detectar la cercanía de alguno de sus celos - si es que alguna vez había tenido uno, porque Hanma lo había acechado a sol y sombra y nunca había detectado nada, absolutamente nada - y eso lo había llevado a un círculo de frustración y autodestrucción mental al que no quería volver - sabiendo que iba a hacerlo -; sin embargo...

Sangre en el Paraíso [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora