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— ¿Entonces? ¿Mikey te dijo que iba a asesinarlo?

Ya quisiera. No, se enredó en excusas y explicaciones que no me interesan. Hanma, basta.

El aludido se limitó a reír fingiendo demencia. Una de las manos de Kisaki empujaba insistentemente su hombro derecho hacia atrás intentando apartarlo, claramente sin éxito porque Hanma era todavía más persistente que él en su empuje hacia adelante. Ambos se encontraban ahora sobre el sofá de la sala de estar y...movimiento va, indirecta viene, Hanma terminó literalmente sobre Kisaki, su cuerpo aplastando el más menudo entre los cojines mientras el otro lo ignoraba olímpicamente procurando hablar de temas que a Hanma le resbalaban como Hanagaki, Mikey y toda la novela que se había armado.

Si no había sangre de por medio, Hanma no se iba a dar por aludido ni se iba a involucrar en esa idiotez.

De nuevo, su lengua y sus labios habían hecho hogar en el cuello de Kisaki lamiendo y besando toda la piel que el otro le permitía en medio de sus contorsiones; aprovechando la distracción que el mismo Kisaki creaba con su parloteo, sus manos se habían introducido audazmente bajo la camisa del otro presionando, palpando todo centímetro de piel donde sus dedos podían estirarse.

¡Dios, qué pequeño era Kisaki en comparación a él! Increíblemente esa peculiaridad le estaba dando una ventaja a Kisaki al poder escurrirse por debajo entre los cojines evitando que Hanma ganara terreno; varias veces había estado a punto de caerse del mueble porque incluso tenía que estar encorvado allí, la longitud del sofá incapaz de contener su altura.

La diferencia de tamaños no lo estaba ayudando tanto como él creía.

— ¿Has hablado con los Haitani?¿Hanma? Oye...

— Mmh.

—Quiero creer que eso fue un .

— Mmh...

— Oye...

Kisaki no insistió más y poco a poco Hanma notó que oponía menos resistencia a sus manos y a sus labios, los brazos de Kisaki rodeando ahora su cuello y atrayéndolo un poco más. El aroma a jazmín comenzaba a saturarlo a un punto en el que Hanma se sintió hasta embriagado e incapaz de controlarse llegados a esa situación y supo que el momento en el que eso había ocurrido había sido cuando en un arrebato había levantado la camiseta de Kisaki y su cabeza literalmente había quedado cubierta por esta, su boca y lengua probando toda la piel que su torso le regalaba.

Y mientras sus labios habían hallado la gloria cuando se habían topado con uno de los pezones calientes y sensibles del otro, sus manos decidieron ir un poco más allá atravesando el elástico de los pantalones de Kisaki, sus dedos acariciando incluso bajo su ropa interior.

Repentinamente, Hanma reaccionó en medio de la enajenación mental que le provocaba el aroma de Kisaki tan fuerte y constante sobre sus fosas nasales gracias a un pequeño golpeteo contra su espalda, entre sus omoplatos; realizando un esfuerzo titánico surgió de su nueva zona de confort debajo de la camiseta ajena y logró apoyarse en ambos codos para hacer contacto visual con Kisaki.

Y la mirada que el otro le devolvió no le gustó para nada, no porque fuese algo malo sino...porque era todo lo contrario. Hanma conocía ese tipo de mirada, ese brillo sutil en los ojos, esas cejas fruncidas en señal de preocupación y los labios levemente presionados en una fina línea, su piel blanca sonrojada y aumentando aún más el rubor cuando Kisaki pareció comprender que Hanma había entendido sin palabras lo que deseaba transmitirle...

— ¿Quieres que vayamos a un lugar más cómodo?.— susurró Hanma contra el oído ajeno casi incapaz de controlar la expectativa que aquello le generaba, su cuerpo prácticamente tieso sobre el del otro.

Sangre en el Paraíso [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora