Apago el motor del auto y suspiro profundamente cuando por fin estoy decentemente estacionada en la pequeña plaza de estacionamiento que me han asignado. Intento calmar los latidos de mi corazón mientras repaso mentalmente el plan de hoy. Es mi primera vez trabajando en una empresa tan grande e influyente como la de los hermanos Slora y aunque sé que soy muy buena en lo que hago no puedo permitir que los nervios del primer día me jueguen en contra. Lucir segura de mí misma es un requisito indispensable para sobrevivir al primer día porque me estará esperando un grupo de arpías que tratará de imponerse y hacerme sentir como una novata. Para mi buena suerte resulto bastante imponente con mi metro setenta y cinco y, aunque mis rasgos son delicados, no me veo como una niña buena. Mis ojos color esmeralda me ayudan a vender una mirada dura, fría y dominante . Sin duda, son clave en mi juego de intimidación. No me culpen. Aprendí a los golpes. Si además de ser una mujer que intenta ejercer como abogada también te permites lucir como debilucha: serás presa demasiado fácil. No se dura ni un segundo en este mundo con esa apariencia, por eso soy tan jodida.
Parpadeo para volver a la realidad y, después de un último suspiro, bajo del auto con toda la elegancia que me caracteriza y sosteniendo el maletín que hace juego con mi espectacular y entallado esmoquin color azul marino. Sonrío internamente cuando el eco que provoca el impacto de mis tacones contra el suelo llena el silencio del sótano. Cierro la puerta, con un clic activo la alarma del auto y estoy lista para comenzar mi primer día.
Rápidamente me doy cuenta que ascensor no está tan lejos, así que me toma menos de tres minutos llegar a la puerta y espero pacientemente a que llegue a mi piso después de presionar el botón de subida. Me sorprende que al instante se abran las puertas, pero me apresuro a subir y me quedo mirando con el ceño fruncido hacia lo que parece ser un sensor inteligente en el lugar en donde deberían haber botones. No me da tiempo siquiera de extender la mano hacia la pantalla porque de una vez aparece una luz blanca y luego un juego de ondas negras comienza a titilar.
—Buenos días, señorita Ricci.
—¿Oh?
Me acaba de hablar una voz masculina de robot.
—Bienvenida a la firma Slora, señorita Ricci. Es un placer tenerla con nosotros. Mi nombre es Joe.
Vaya. Si que era cierto el tema de la automatización.
—Uhm... Hola, Joe. ¿Gracias?
Me siento tan ridícula en este momento, santo cielo.
—Es un placer, señorita Ricci. ¿Hacia dónde se dirige?
La verdad es que... no tengo idea. Pero supongo que si el robot sabe mi nombre también sabrá en cuál piso se supone que está mi oficina.
—Al piso en donde se encuentre mi oficina, por favor.
—Ese sería el piso treinta, señorita Ricci.
Como dije.
—Perfecto, Joe. Directo al piso treinta, entonces.
—Subiendo a piso treinta, señorita Ricci.
En dos segundos el ascensor comienza a ascender y yo me encuentro negando con la cabeza y riendo.
Va a ser un día muy interesante.
Casi veinte segundos después las puertas del ascensor se abren y me encuentro con la más hermosa recepción que he visto en toda mi vida. Es una mezcla entre arquitectura italiana e inglesa, pero está tan impresionantemente fusionada que parece un nuevo estilo. Es todo un espectáculo, así que los arquitectos de este edificio tienen un gusto exquisito.
A medida que avanzo por el pasillo aparece en mi campo de visión el inmenso mesón de granito negro en donde se resguarda la recepcionista del piso. A penas aparezco en su campo de visión me regala una sonrisa cálida y luego se levanta de la silla para encontrarme a mitad de camino.
—Buenos días, señorita. Usted debe ser la nueva abogada.
—Buenos días... Karen. —le saludo después de leer su nombre en placa de metal que descansa sobre el lado izquierdo de su blazer color rojo sangre. Ella sonríe de nuevo con gratitud—. Francesca Ricci —me presento, extendiendo mi mano.
—Es un placer, señorita Ricci. —estrecha mi mano y asiente con optimismo—. Bienvenida a la firma Slora, es un verdadero placer tenerla con nosotros. Permítame hacerle un breve recorrido por este nivel hasta su oficina.
—Vale. Muchas gracias.
Karen asiente y estira el brazo para pedirme que camine a su lado y, a medida que vamos avanzando por todo el nivel del famoso piso treinta, me va explicando con calma y profesionalismo todo el funcionamiento de la planta. Desde las horas de entradas y salidas, hasta los menús disponibles en el buffet.
¡Buffet!
—Cuando esté muy ocupada simplemente puede pedirle a su asistente virtual que ordene el menú de su preferencia. El personal del buffet y cocina se encargará de enviar la orden directamente a su oficina y la recibirá en menos de diez minutos.
¡Cierto!
Se me había olvidado que tengo una asistente virtual (akka otro robot): Kayla.
—El área en el que está ubicada su oficina es una de las más nuevas de la planta, por lo que cuenta con baño privado. Sin embargo, los baños compartidos se encuentran en esa zona —explica, señalando hacia la parte este de la planta.
¡Tengo baño privado!
Me siento como una estrella.
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LOS SLORA Y EL CASO KINASH (Libro 1)
WerewolfLa vida de Francesca siempre ha sido muy buena. Tanto... que a sus recién cumplidos veintisiete años es una mujer independiente que vive muy cómodamente a pesar de ser una licenciada recién graduada con honores. Después de tanto sacrificio todo su...