Antes de comenzar a trabajar me permito acercarme al extremo opuesto de la oficina para tener una vista completa del paisaje que me ofrece el gran ventanal y silbo por la sorpresa. Las oficinas Slora están ubicadas en el centro de Milán y no importa en qué punto del edificio te encuentres, cuando mires a través de los cristales vas a tener una de las mejores vistas de uno de los centros financieros más importantes de toda Europa.
Es sencillamente...
Unos golpes en la puerta de la oficina me traen de vuelta a la realidad haciéndome virar sobre mi misma. Pronto me encuentro enfrentando un par de ojos azules que me devuelven la mirada.
—Buenos días, señorita Ricci —dice una mujer en perfecto acento italiano, haciéndome sonreír.
Francamente... es una de las mujeres más hermosas que he visto en toda mi vida.
Damas y caballeros, mi jefa: Carine Slora.
—Buenos días, señorita Slora. —me sonríe e inmediatamente mi autoestima desciende al sótano del edificio.
¿Es posible que alguien luzca tan perfecto?
—¿Qué te parece tu nueva oficina, Francesca?
—Impresionante, por supuesto. —respondo, y luego le hago señas para que entre a la oficina—. Tome asiento, por favor. Estaba esperándola.
—Ya veo. He perdido el factor sorpresa, entonces.
Mi risa despreocupada le hace sonreír y me siento un poco más confiada.
Kayla fue bastante clara ayer en la noche cuando le pregunté si tendría alguna visita sorpresa la mañana de hoy. Cuando mencionó que la señorita Carine estaría en mi oficina a las siete de la mañana (ni un minutos antes, ni un minutos después), supe que desde muy temprano tendría que someterme a la prueba de la recién llegada.
Efectivamente: son las siete en punto de la mañana y mi jefa está sentada frente a mi escritorio evaluándome con mirada inquisidora.
Tengo que aceptar que el hecho de que tengamos la misma edad hace que sea un poco menos aterrador.
—He leído su carta de recomendación, Francesca. Sin duda fue una de las mejores estudiantes de la profesora Lombardi.
—Una excelente profesora. —respondo con cariño mientras tomo asiento en mi hermosa e imponente silla.
Entrelazo los dedos sobre el mármol y le sonrío a la jefa esperando a que lance los primeros dardos. Pero como no dice nada, sonrío y le digo: —Supongo que está aquí para ponerme a prueba. Así que: adelante.
Carine Slora arquea su perfecta y depilada ceja en mi dirección antes de dejar caer su espalda contra el respaldar de la silla y de repente lucir más relajada.
—Eres una mujer realmente hermosa.
Me permito sonreír ante su cumplido. Se siente increíblemente bien para mi autoestima después del efecto Slora.
—Muchas gracias. Usted también es una mujer muy hermosa.
—Lo soy— sonríe de regreso. —Podrías decirme, Francesca: ¿por qué piensas que te escogimos de entre casi cien personas que estaban concursando por tu puesto?
Sonrío.
Directo al cuello, justo como me gusta.
—Francamente no sé cuáles son sus criterios para escoger el personal de la empresa, pero como me conozco mejor que nadie y sé lo buen abogado que soy podría asegurar que esa es justamente la razón por la cuál me contrataron: porque soy una gran profesional. Tengo un currículum impecable y no he perdido ni un solo caso desde que comencé a estudiar y a trabajar. Ese último es lo que más les interesa a usted y a sus hermanos: no perder nunca. Además, soy italiana. Soy una hija de puta muy difícil.
Su sonrisa se hace incluso más amplia y después de dar una palmada en el aire, se pone de pie y alisa su vestido con delicadeza.
—Eso es todo, Francesca. No tengo más preguntas. Y, por favor, llámame Carine.
—Bien. Carine, entonces. Ahora que ya pasé la prueba de entrada, ¿puedo preguntarle qué necesito llevar para la reunión en la Sala Central?
Se encoge de hombros y camina hacia el ventanal.
—¡Te ha tocado una de las mejores vista, Francesca! —acota visiblemente emocionada y dejando de lado mi pregunta—. Ya veo por qué estabas tan embelesada. —hace un silbido de total aprobación haciéndome reír, corre la puerta y desaparece. Me pongo de pie y camino para unirme a ella y pronto ambas nos dedicamos únicamente a disfrutar el paisaje.
Después de un tiempo, me palmea en la espalda.
—Estoy segura que no necesitas más que tu brillante cerebro en esa reunión. Solo tienes que saber que mis hermanos son más cabrones que yo y, en cuanto a nuestras empleadas, son bastante exigentes. Sobretodo si son tan bonitas como tú. —rueda los ojos y me señala antes de guiñarme el ojo—. Aunque, la verdad, no creo que tengas ningún problema para ponerlos en su sitio.
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LOS SLORA Y EL CASO KINASH (Libro 1)
Kurt AdamLa vida de Francesca siempre ha sido muy buena. Tanto... que a sus recién cumplidos veintisiete años es una mujer independiente que vive muy cómodamente a pesar de ser una licenciada recién graduada con honores. Después de tanto sacrificio todo su...