...no me despierten otra vez.

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Suspiró, el sofá debajo de él envolvió su cuerpo, las altas ventanas le permitieron ver la noche muerta desmoronándose. La gente parecía diminuta, las luces parecían ese adorno de árbol de Navidad en forma de bola. Tomó otro sorbo de vino y dejó que el líquido le bajara por el esófago.

El mes siguiente después de su 'primera' misión pasó rápido. Como si el tiempo lo oyera quejarse hace cuatro meses de lo lento que era. Los recuerdos finalmente captaron la insinuación de que no quería más. Aunque todavía aparece de vez en cuando.

Chuuya no estaba seguro de si le importaba recordar. Mori había dicho que tal vez no volvería nunca más, y tenía muchas ganas de creerle. Pero a veces, se siente ilegal, como si tal vez hubiera sucedido algo importante. Quizás debería al menos intentar recordar.

Se ha estado distrayendo de las misiones. Parece estar funcionando bien, pero cuando está solo y no rodeado de un peligro potencial, de hombres que quieren quitarle la vida, de disparos, de sangre y de caos, comienza a pensar, le guste o no. Como ahora mismo.

Chuuya había estado recordando algunas cosas que no tenían sentido, sin importar cuánto intentara descifrarlas.

Un tatuaje rojo.

Sangre saliendo de él.

Risa maníaca.

El sentimiento de desesperación, traición.

¿Líquido cayendo de sus propios ojos, lágrimas?

Todo era como un gran rompecabezas, y se le presentan las piezas una por una, pero parece que no puede resolverlo. Como si faltara una pieza enorme.

No sabía cómo desencadenar los recuerdos, solo sucede en momentos aleatorios; como cuando está a punto de matar a alguien, una voz siempre sonaba en sus oídos y le hacía pensar que se estaba volviendo loco. Chuuya se lo guardó todo para sí mismo, no se molestó en contarle a nadie más estos confusos fragmentos de recuerdos.

Él ya los convenció de que no le importaba. El problema era que no podía convencerse a sí mismo.

Chuuya bebió el vino restante, como si fuera cerveza. Tenía un sabor amargo y luego el regusto era dulce. Le gustaba beber, le aclaraba la cabeza, como siempre quiso que fuera.

—¿Te importaría compartir tus pensamientos?

Chuuya no necesitó mirar atrás para confirmar quién pensaba que era. Kōyō se unió a él en el sofá, exhalando como si acabara de tener un día agotador. Al contrario de él, que tenía una aburrida vida, y odiaba aburrirse.

Hay algunas cosas que ha notado sobre sí mismo, después de un mes entero de irse, o más bien, de intentar dejar atrás el pasado. En primer lugar, le encantaba la sensación de estar en el campo de batalla, le gustaba destruir, porque entonces no se le permite pensar en otras cosas además de matar. También le gustaron los sonidos del caos, ahoga sus pensamientos, lo abruma de la manera que necesita.

A pesar de ser absolutamente increíble estar solo mientras estaba en una misión, odiaba el silencio después de todo. Odiaba la sensación de esperar a que sucediera algo, como si estuviera acostumbrado a recibir comentarios secundarios que preferiría no tener. Chuuya odiaba el silencio.

—Pareces desconectarte mucho. ¿Algo te esta molestando? —la voz de Kōyō una vez más lo llevó al presente. Ahora sostiene un vaso de chupito, lleno del vino que él abrió no hace mucho.

Quería reírse de su cara. Le preocupaban muchas cosas. Demasiado. Y ni siquiera lo pidió todo.

—Nada. ¿Cómo estuvo la investigación? —preguntó, esperando que Kōyō no lo presionara sobre lo que lo 'molesta'. La veía como alguien que se preocupaba por él, pero no confiaba en nadie. Se sintió como lo correcto.

Otorgantes de la desgracia oscura, no me despierten otra vez | Bungo Stray DogsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora