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Era un frío día de invierno, de esos en los que una densa neblina se esparcía como un manto que cubría la tierra y a quienes tenían el coraje de abandonar sus hogares

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Era un frío día de invierno, de esos en los que una densa neblina se esparcía como un manto que cubría la tierra y a quienes tenían el coraje de abandonar sus hogares.

Un joven castaño se aferró a sus ropas, ajustando su bufanda gris sobre su cuello y luego metió sus manos cubiertas por unos ligeros guantes dentro de su pesado abrigo marrón.

Miró hacía el horizonte, contando mentalmente los minutos que quedaban hasta la puesta de sol mientras él continuaba estoico en su posición.

— ¡JiMin-ssi! — llamaron.

— ¡TaeHyung-ssi! — respondió con una gran sonrisa en su rostro mientras veía como el pelinegro se acercaba a su persona. 

— ¡Lamento haber demorado tanto! — el castaño negó, llevando sus manos en frente, restándole importancia al asunto. El morado de sus labios era motivo suficiente como para sentirse culpable por haber hecho que el mayor se hubiera tenido que aguantar esas frías temperaturas por estar esperándole.

— ¡Descuida! — El recién llegado no pudo evitar que una mueca se formara en su rostro. 

— Al menos permíteme que te invite un café. — pidió esperanzado. Esta vez fue el turno del castaño de torcer su rostro. Miró su modesto reloj y asintió ante la invitación.

— Lisanna todavía está en misa con los niños, por lo que tengo unos minutos extra. — TaeHyung no pudo evitar la sonrisa que se dibujó en su rostro. 

Sin más, ambos caminaron animadamente hasta una humilde cafetería a pocas cuadras de su lugar de encuentro semestral.

Después de todo, había cosas que nunca cambiarían, tales como el profundo amor de uno de ellos y la falta de libertad del otro.

Después de todo, había cosas que nunca cambiarían, tales como el profundo amor de uno de ellos y la falta de libertad del otro

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— Entonces dime, ¿Cómo están todos en la comunidad? — preguntó TaeHyung antes de tomar un sorbo de su amargo café.

— Pues... — JiMin le dio una probada a su bebida antes de responder. — Normal... — indicó. 

Y así era, las cosas en su pequeña comunidad protestante no pasaban muchas cosas. 

La gente se encerraba mucho en sus creencias y costumbres milenarias. El poblado se encontraba alejado de la lascivia de la gente y los pecados en los que decían revolcarse.

Closer | YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora