Capítulo II El destello azul

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Al elevar la vista hacia ella, se encontró unos ojos grandiosos de color azul eléctrico, algunas escamas plateadas en sus brazos que ella no paraba de rascarse con la esperanza de poder arrancárselas, una cola y... ¡Unas alas! Lo más espeluznante fue la mirada que tenía, lagrimosa y muy asustada. La niña se espantó muchísimo al contemplarla y por si la haría daño, era la primera vez que veía algo así. Se alejó un poco de ella caminando hacia atrás, pero con la mala suerte que cae de espalda en la tierra. La mujer, o el monstruo alado, intentó acariciarle la cabeza para que contemplase que no le haría daño. Mei estaba muy asustada, sin embargo al notar la cálida mano de la chica en su cabeza, su miedo se desvaneció.

Un resplandeciente rayo de sol encontró un pequeño paso para poder iluminarles el rostro. La mujer aún estaba llorando, aunque sabía que no estaba sola. Mei empezó a notar varios dolores de cabeza como si algo en su interior quisiera salir al exterior, una metamorfosis que no pudo soportar. En su brazo apareció un símbolo sellado en fuego, y cayó en un sueño profundo. La mujer al ver lo que sucedió, cogió a Mei y la llevó a un lugar seguro. Cerca de allí había una cueva que podrían utilizar para refugiarse de la lluvia y calentarse.

- “Ahora que está sufriendo un cambio, sus defensas deben de estar muy débiles, y cualquier peligro puede acecharla”.- pensó ella.

Mientras la cargaba, a Mei le empezaban a aparecer orejas con forma de aletas de pez y una cola de color magenta, su pelo iba tiñéndose de ese hermoso color. Su cuerpo se retorcía en los brazos de la mujer, y estaba calentándose progresivamente por la fiebre.

El camino fue bastante sencillo al conocer la zona, la cueva estaba bastante escondida; nadie les vio venir y posiblemente tampoco se atreverían a ir. Los árboles eran más oscuros y tampoco tenían muchas hojas. Era una zona casi muerta y desértica, aunque no está muy lejos de la civilización; un día esa área empezó a morir lentamente hasta llevar su alma a otra parte.

Allí preparó un fuego con las ramas resecas, dejó a Mei a un lado para que estuviese cómoda, le quitó las prendas extras que llevaba mojadas y las puso a secar. Al rato, salió a buscar algo de comida a la parte “viva” del bosque. Allí hay animales, insectos, algunas frutas o bayas que son comestibles.

Mientras, en la cueva, Mei se retorcía nuevamente, y comenzaba a hablar en sueños.

- “El atardecer caerá sobre aquello que amas, cabras desatadas por el pánico, el aleteo de las mariposas”- murmuraba Mei mientras dormía.

Sus ojos se abrieron y cerraron lentamente un par de veces. Veía bastante nublado, aún no estaba muy consciente de lo que pasaba a su alrededor, solo podía ver una luz llameante, que sería el fuego. Frotó sus ojos con las manos para poder despejarse. Aún en el suelo, se quedó mirando el fuego, era calentito, estaba aliviada de poder tenerlo a su lado. Tanto, que empezó a acercarse a él lentamente, hasta quedarse a 5 centímetros de él.

-Nunca me di cuenta de lo bello que era el fuego…-dijo mientras alzaba su mano del suelo y se aproximaba a tocarlo. - Quiero más calor… Abrácenme-.

El crujir de las ramas del suelo de alguien que las estaba pisando, hizo que se parase y se levantase un poco del suelo. Aún con las palmas de las manos apoyadas en el suelo, sujetando el peso de todo su torso y con sus piernas adormecidas, intentó levantarse. Pero el esfuerzo resultó inútil. Tenía hambre, estaba muy mareada y cansada como para poder hacer algo. Uno de sus sentidos, el olfato, captó la presencia de algo delicioso aproximándose.

Frente a la entrada de la puerta aparece la silueta del ser que vio antes de desmayarse, al verla con energías de levantarse le dijo:

- ¡Vaya! Parece que ya despertaste, me alegro. -dijo el monstruo alado.

Sonríe levemente mientras se acerca al fuego. Llevaba consigo un par de conejos y varios frutos del bosque. No paraba de moverse de un lado a otro de la cueva, cogiendo palos, y hojas para poder ingeniar un aparato con el cual poder cocinar la carne. Mei la miraba desconcertada, y sorprendida de que lo que vio no fuese un sueño. Aún no se había fijado en sí misma y en el cambio que se había producido en su aspecto.

-Te echaste una buena siesta de dos días, debías de estar cansada. Por cierto, ahora que estás consciente, sería bueno que nos conociésemos un poco, ¿no crees? .-

Su voz era agradable, los nervios no dejaban a Mei articular palabra. Solo hizo una gesticulación de “si” con la cabeza.

-Ya veo… Bueno, me presento, me llamo Delphinium, como la flor azul,  ¿Y tú?.-

Dijo sonriendo mientras empezaba a cocinar las piezas que había cazado, intentando que no entrasen demasiado en contacto con el fuego, girándolos y tostándolas por todos lados.

Mei la miró de manera desconfiada, ya que su nombre era extraño, y la manera de decirlo no la dejó muy convencida. -

- Mei…-





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