03 de septiembre, 2021
Ella, yacía tumbada boca abajo sobre mi cama, dejaba que su cuerpo esbelto y hambriento de placer posara como un modelo para el pintor, totalmente desnuda hacía que su piel se reluciera con los rayos de sol y la brisa marina que se colaban por el amplio ventanal de la habitación. Ésta sutil pero ardiente luz se infiltraba a través de los poros de su dermis y yo, que admiraba de pie esa maravillosa obra de arte, me colmaba de satisfacción pura al entender que ella era la presa que tanto anhelé devorar, el deseo corrupto que tanto quise cumplir, mi mayor fantasía.
- ¿Qué miras? –me dijo, abriendo sus ojos verdosos y acompañando sus palabras con una sonrisa traviesa.
- La forma de tu cuerpo; tu espalda, que hace unos minutos se arqueaba de forma extravagante. –dirigí la mirada hacía mi reloj de muñeca: 16:54– tus nalgas –proseguí– suaves al tacto, tus muslos, tus gemelos y tus pies. –recorrí con deleite la silueta de su cuerpo.
Susana recibió el halago con otra sonrisa, mientras el rubor teñía tenuemente sus mejillas de rojo. Su boca, donde se habían encontrado nuestras lenguas, mantenía en el recuerdo ese sabor difícil de definir, a veces amargo, pero siempre adictivo.
Todavía sentía el placer que había recorrido cada fibra de su cuerpo durante el acto sexual, sus gruesos muslos vibraban a causa de un orgasmo explosivo que hizo que sus ojos sollozaran de goce, en su espalda se notaban ciertos espasmos que contraían sus músculos violentamente.
- Ven aquí y bésame. –lo exigió.
- No estoy completamente satisfecho. –al escucharlo frunció el ceño. Creía que no era lo suficiente para mí.
- Será un minuto. –me suplicó.
- Me vestiré. Sabes bien lo que pido y lo que debes dar.
Pensó un instante en protestar, pero al notarme tan fijo en mi decisión se levantó de la cama.
- Lo haré solo porque me complace y no porque me lo demandes.
Se arrodilló frente a mí para tomar una correa negra de cuero del suelo, la estiró tan fuerte que produjo el sonido de un latigazo, cerró los ojos un instante y cuando los volvió a abrir me lanzó una mirada lasciva y con ambición. Con su mano derecha agarró mi pene que aún se encontraba erecto.
- ¿Qué tan duro esta vez? –inquirió solo con la intención de escucharme hablar, ella bien claro sabía que me gustaba demasiado fuerte.
- Sorpréndeme, quiero conocer que tanta fuerza tienes.
Comenzó a enrollarlo lento y suave con el cinturón, no dejaba que la vuelta anterior quedara bajo la siguiente, era muy cuidadosa y afable con sus manos, pero a su vez lo apretaba con excesivas ganas. Continuó hasta que solo quedase a la vista el glande y puso su lengua sobre él.
- ¿Es lo máximo que puedes? –indagué con desagrado.
Lo agarró y le dio un tirón con más fuerza haciéndome sentir una nube de placer sobre mi cuerpo desnudo.
La unión del placer y el dolor...
Quizá para muchos sea algo incoherente unir el deseo al sufrimiento, pero para mí no lo es. La oxitocina recorriendo desde la nuca hasta la punta de los pies, la sensación de escalofrío que transita por toda la piel y deja ese diminuto frío que congela por un momento tus pensamientos, y te sumerge en una ola de placer intenso generando la adrenalina que solo se puede sentir en tan momentos específicos y que muy pocas personas son capaces de cumplir. En fin, aunque no me considero un masoquista, porque disfruto más en causar sufrimiento, me encanta sentirlo. Me he declarado un completo hipócrita hedonista. Identifico el bien con el placer, especialmente con el placer sensorial e inmediato y, aunque en este pensamiento filosófico se busca la disminución del dolor, yo por mi parte deseo unirlo a mi goce carnal.
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Adicción [+18]
RomanceDos mujeres intentan unir el amor desenfrenado con el sádico trato sexual que reciben por parte de su príncipe azul, creando así un cataclismo de emociones que producirán un deseo desesperado por querer ser el tipo de sumisa ideal para él. No obstan...