La inocencia nunca estuvo destinada para los adictos...
La adicción fue algo que Luz Noceda aceptó como parte de su naturaleza hace mucho tiempo.
Decidió aceptarla y mostrarle el dedo a las reglas.
Las mujeres siempre tuvieron el primer puesto en su lista de adicciones.
No podía tener suficiente.
Ser la cantante en una banda de rock sólo hizo que el acceso a su adicción favorita fuera mucho más fácil.
Estar sola era lo único que Amity Blight conocía.
La familia del ministro que la crio, nunca la aceptó como una de los suyos.
La esposa del ministro siempre se aseguró de que Amity entendiera cuán poco merecedora de amor era.
Cuando la despachan para ir a la universidad y tiene la oportunidad de ser finalmente libre de vivir como una carga indeseada, espera con ansias tener algo paz en su vida.
Estar sola no es algo que le moleste.
Escapa de la realidad con las historias que escribe.
Aun así, la chica ridículamente sexy que sigue dando fiestas en el departamento sobre el suyo la está volviendo loca.
Para empezar, no la trata como esperarías que alguien que está siempre con una mujer diferente colgando de su brazo, trate a alguien poco interesante como ella.
Ella no luce para nada como las hermosas mujeres que ve desfilando dentro y fuera de su departamento, pero por alguna extraña razón, la chica ridículamente sexy sigue apareciendo en su puerta.
Durante una fiesta en su departamento, la nueva vecina de Luz viene a la puerta con su cabello lila en un nudo desordenado y un par de gafas posadas sobre su linda naricita.
Ella quiere que baje la música, pero la convence de quedarse.
Puede que Luz Noceda acabe de encontrar su mayor adicción hasta ahora.
Y Amity Blight se de cuenta demasiado tarde de que finalmente la han reclamado.