Pov Amity
—Ve a la cama, Amity. Y no te olvides de rezar—la voz de la Sra. Williams interrumpió mis pensamientos.
Me alejé de la ventana en la que me sentaba y miré a la mujer que era mi tutora.
No me refería a ella como "madre" porque cometí ese error una vez y me golpeó.
—Sí, señora—respondí, y me bajé del asiento de la ventana que amaba tanto.
Era la única cosa que se sentía como si fuera verdaderamente mía.
Pedí un asiento en la ventana como este cuando lo vi en una película. La Sra. Williams me llamó egoísta y materialista. Me golpearon por hacer un pedido como ese.
Pero su esposo, el señor Williams, me sorprendió con uno la mañana de Navidad.
Valió la pena los castigos secretos que recibí después de parte de la Sra. Williams por hacer que su esposo pecara para darme un regalo.
La Sra. Williams continuó mientras me levantaba del asiento.
—Recuerda agradecerle a Dios por estar viva y no muerta como tu mamá—espetó.
El tono en su voz era especialmente repugnante esta noche.
Estaba enojada por algo.
Odiaba cuando se enojaba.
Eso significaba que me iba a castigar incluso si no era buena. Incluso aunque yo no fuera la causa de su enojo.
—Sí, señora—respondí de nuevo.
Me encogí cuando habló de la mamá que nunca conocí, y de su muerte.
Odiaba oír los detalles sórdidos de cómo mi madre sufrió por sus pecados.
Hacía que odiara más a Dios.
Por qué era tan malo y lleno de venganza, no lo entendía. Pero con los años me di cuenta que la amabilidad que vi en el señor Williams es como en verdad debía ser Dios.
—Y—continuó la Sra. Williams—, Dale las gracias por el techo sobre tu cabeza que no te mereces—escupió.
Me recordaba seguido que no merecía la bondad que me daban ella y el señor Williams.
Me acostumbré a eso también.
Eran lo más cercano a unos padres que conocí en mis trece años en la tierra.
Mi mamá murió dándome a luz. Se encontraba enferma de neumonía, y fue un milagro que yo viviera.
Nací seis semanas antes.
—Sí, señora—respondí de nuevo, caminando lentamente hacia mi cama.
Quería que saliera de mi habitación antes de que me acercara demasiado a ella.
Le gustaba golpearme, pero a mí no me gustaba que me golpearan.
Se paraba con los hombros rectos y la nariz hacia arriba así tenía que bajar la mirada hacia mí.
Su cabello rubio era largo y estaba tirado hacia atrás en un moño tirante. Los lentes con borde negro que usaba hacían que sus ojos marrones y recelosos se vean más siniestros.
—Y, por supuesto, dale las gracias al Señor por tu salud. Aunque eres excepcionalmente fea y no tienes esperanza de belleza alguna, deberías estar agradecida de estar viva. Que estás sana. Porque no te lo mereces...
—Es suficiente—la interrumpió la voz del señor Williams.
No era la primera vez que me decía que era fea.
Cómo el pecado de mi mamá me hizo poco atractiva.
Cómo nunca nadie me amaría porque era difícil incluso mirarme.
Acepté mi vida hace mucho tiempo.
No me miraba en un espejo si podía evitarlo.
Odiaba ver ese rostro devolviéndome la mirada.
El que hacía que la Sra. Williams me odiara, y que el señor Williams me tuviera lástima.
—Necesita saberlo.
—No. No es así. Solo estás enojada y te la agarras con Amity. Déjala en paz. No te lo volveré a advertir. Esto tiene que parar—le susurró a su esposa, pero igual todavía podía oír su voz profunda.
Cuando sea que la encontrara diciéndome cuán fea era o recordándome de los pecados que me atormentarían toda mi vida, la corregiría y le diría que se fuera.
Dejé que el alivio viniera porque sabía que al día siguiente sería mejor o así él la estaría observando.
Ella no se me acercaría.
Haría muecas y se quedaría en su habitación.
No le di las gracias porque sabía que me ignoraría, se daría la vuelta y se alejaría como siempre.
No le gustaba mirarme tampoco.
Las pocas veces en mi vida que en verdad me miró, podía verlo hacer un gesto de dolor.
Especialmente en el último tiempo.
Un día voy a ser lo suficientemente mayor como para dejar este lugar. No tendría que ir a la iglesia y escuchar sobre el amoroso Dios a quien estas personas servían.
El que me hizo tan fea.
El que me quitó a mi mamá.
Quería escapar de todo esto y esconderme en una pequeña ciudad donde nadie me conociera.
Un lugar donde pudiera estar sola y escribir.
En mis historias podía ser hermosa.
El príncipe o la princesa me amaría, y yo sabría lo que se sentía pertenecer.
Amaba mis historias. Incluso si ahora se encontraban todas en mi cabeza.
—Ve a la cama, Amity—dijo el señor Williams mientras se giraba para seguir a su esposa por el corredor.
—Sí, señor. Buenas noches, señor—respondí.
Se detuvo, y esperé para ver si decía más.
Si se daría la vuelta y me sonreiría.
O si solo me miraría.
Tal vez me aseguraría que el pecado de mi mamá no iba a controlar mi vida por siempre.
Pero nunca lo hizo.
Solo se quedó ahí dándome la espalda por un momento antes de que sus hombros se hundieran mientras se alejaba.
Un día... sería libre.
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☆Etem [no sabe que decir xd] bueno dejo estas dos partes de esta historia, espero que les guste [no sabe que decir x2] y nos vemos en la siguiente actualización (porque está historia si la actualizó :^) weno se me cuidan