Capitulo 5

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Fría era la noche, el crujir de las ramas era notorio, el viento soplaba de manera gentil entre las hojas, se escucha un rio pequeño no muy lejos de ahí. Pequeños sonidos se escuchaban, ronroneos de algunos animales, así como gruñidos de los que eran carnívoros.

Una bestia caminaba entre ellos, parecía andar en dos patas, tenía pelaje por todo su cuerpo, le adornaba más por el cuello; plateado como la luna y con detallas verdes como las plantas. Los animales, agachaban su cabeza ante su presencia, y cómo no hacerlo ante un ser que la naturaleza misma le obedece, pero sobre todo, que no puede morir.

Carnívoros de todas las especies lo han enfrentado, le han atravesado, rasguñado, cercenado, envenenado, aplastado y arrancado, pero simplemente se le cierran las heridas o vuelve a poner sus partes rotas en su lugar. Muchos animales tuvieron miedo ante tal bestia, pues esto comprobaba que él era el alfa entre alfas.

Pensando que su especie moriría, bajaban su cabeza, esperando su inevitable destino, sin embargo aquel pareció compadecerse de ellos; pidiendo un sacrificio para el bosque, dejaba a toda la manada en paz. Esto no era cruel para ellos, era lo justo, a cambio de vivir en el paraíso, solo necesitaban sacrificar a uno de ellos. 

Fue así, que se esparció la historia de un bosque libre de todo control, en donde pudieras hacer lo que quieras, en donde la comida era tan deliciosa que no dejarías ese lugar nunca más, donde las lluvias eran libres del control de esos ponys que todo lo tenían a su casco. Solo tenías que entregar a uno de los tuyos ante el lobo de la luna, el enviado por la diosa lunar para liberarlos a todos y permitirlos en su paraíso, él era el pináculo entre todos ellos.

Caminando llego a su destino, el lago de la vida, el que provee la comida para los herbívoros de las afueras; alimento de los carnívoros de la profundidad; alimento del alfa y su bosque. Se metió al lago, levanto su cabeza y aulló con toda su fuerza, su voz se escuchaba en todo el bosque, provocando que todos los animales alzaran su voz hacía la luna; rugidos, graznidos, cantos, de todo se escuchaba en ese momento. Fue entonces que todo se calmó.

El lago brillaba con gran intensidad, soltaba vapor blanco con destellos blancos, todo se dirigía a él, abrazándolo y dirigiéndose a la profundidad del bosque, toda criatura se dejó tocar por esa gran bendición que su alfa les permitía recibir.

Un rosal que estaba cerca del lago parecía crecer con intensidad, deformándose en lo que parecía cristales, tan brillantes, que emanaban magia de estos mismos; producto de todos los unicornios que fueron arrojados al lago, combinado con la gracia lunar, solamente la hacía un gran recipiente de gran poder, capaza de matar a cualquier criatura que se le acercara. Entonces el lobo hablo.

-¡Diosa Cosmicus, nos presentamos a ti, muéstranos nuestro destino y el siguiente paso que debemos dar!-Grito a la luna con gran intensidad, esperando una respuesta de ella.

La luz pareció brillar más y más, el lobo cerró los ojos por reflejo, abriéndolos, noto el mismo espacio blanco, miro a todos lados y la encontró, enfrente de él yacía la figura de un unicornio con alas de pegaso, su melena y cola reflejaba mundos distintos y brillantes, sus adornos de plata hacían resaltar su figura pálida.

"Pequeño, es bueno volverte a ver." Hablo Cosmicus, pero denotaba un aire distinto, parecía preocupada por algo. "Hiciste un buen trabajo, pero, quiero pedirte que vayas lo más rápido a la aldea de los ponis."

"¿Por qué diosa Cosmicus? El bosque ya no necesita de ponis, ya puede cuidarse por sí mismo" Respondió confundido ante las palabras de la diosa.

"Mi último favor es que lleves un mapa a una poni de color naranja, será una parte importante en tú futuro, así como Cryss, sigue cuidándola hasta que llegue el momento" Hablo Cosmicus entre niebla que se iba alzando, cubriendo la vista del lobo.

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