Había una vez una chica ahogada en tristeza. Sus padres, quienes tendrían que apoyarla, únicamente pensaban que era una molestia, una tan grande que la dejaron de lado al no entenderla y al solo traer problemas.
La chica ya comenzaba a acostumbrarse a los insultos y las constantes agresiones de golpes en su escuela, sobre todo estaba ya acostumbrada a la soledad, pero lo que no sabían ni ella ni su familia, era que algo iba a cambiar y algo nuevo iba a aparecer en sus vidas.
La chica un día harta de estar en casa con su familia, decidió caminar y dar un paseo, mala fué su decisión. En un túnel, 5 chicos la pararon, dos chicos y tres chicas cortaban su paso. Sin dejarla escapatoria, la cogieron de brazos y piernas, cada uno en cada extremidad.
La chica amarrada por sus agresores temió por su vida. Se removia y pedía a gritos por ayuda, por que bien sabía que una vez ellos empezaban, no iban a terminar hasta hundirla en llanto.
Más no pudo hacer nada, menos aún cuando la agresora enfrente de ella sacaba un mechero de entre sus bolsillos y se acercaba a paso lento pero firme.
- Dejar de arruinarme la vida- repetía una y otra vez mientras las lágrimas del terror bajaban por sus mejillas y continuaba intentando escapar.
Sin darse cuenta, el fuego ya estaba prendido y ya comenzaba a pasearse por su fina piel del abdomen, cambiando el tono de color. En ese momento, comenzó a llorar con más ganas, sentía el ardor expandirse por todo su abdomen.
Todo se interrumpió tras la llegada de tres chicos, tres chicos que mantenian una mirada seria y destructora. Los agresores después de una ardua pelea marcharon con moratones y sangre. La chica la cual fué quemada, estaba tendida en el suelo tapando su abdomen con sus manos.
No creia que iba a ser salvada, mucho menos que los chicos que la salvaron se fueran a acercar a ella y la iban a ayudar con las heridas.
Tampoco creia que fuera a llamar a uno de ellos mejor amigo.
