*Tinta invisible*

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Él había podido leerme a la perfección.
Me sentía como un libro abierto sin haber dicho ni una palabra.

Un libro que llevaba candado, donde él había sido capaz de introducirse aún sin tener la contraseña.

Una portada que aparentemente es seria y aburrida pero que esconde su alegría para que nadie la secuestre.

Alzó su mano y sin ningún miramiento, comenzó a hojear cada frase, deteniéndose bajo mi estricta mirada por miedo a hacerme daño.

Después de una unión tan bonita y que yo dejara - sin querer - que mirara dentro de mí, rasgó todo rompiéndome por dentro.

Y yo, que no asumía los hechos poniéndome una venda traslúcida en los ojos, otra en el corazón y otra en la cabeza, dejé que me quebrara e incendió mi mundo.

Lo incineró.

Decidí dejar las cenizas para no olvidar la lección más atroz que me había enseñado.

Él me apagó.

Pero su fuego, se convirtió en fuerza dándome poder para reconstruirme.

Tiempo necesité.

Mucho.

Más sané.

Porque él había sido capaz de leer mis folios, ahora en blanco, y lo más importante: están escritos con tinta invisible.

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