Hasta La Raíz/ VegasPete

El día que papá nos abandonó

"Te odio"

Vegas estaba harto de toda esta situación, desde que su papá los abandono por la discapacidad de su hermano, todo se vino abajo. Ahora vivían de las ayudas económicas del gobierno tailandés. Dependían absolutamente de ese salario mensual y lo poco que ganaba su madre en esa tienda de comestibles por el poco tiempo que trabaja.

Vegas ama a su hermano, pero desde que un diagnóstico acompaño a su persona todo fue empeorando.

Vegas había pasado a segundo plano desde muy temprana edad. Tener un hermano con discapacidad cognitiva obligaba a Vegas a ser el refractario de los sueños de su madre.
Todo aquello que ella no pudo lograr fue lo que Vegas tenía que conseguir a base de obligaciones.

Vegas era consciente de los sueños interrumpidos de su madre.

Siempre se comparaba con esos pequeños animalitos. Justo como un  erizo encerrado en una pequeña jaula con la misma rutina.

Su vida consistía en asistir a clases por las mañanas después acompañar a su madre a terapias de lenguaje, motricidad y psicología de su hermano por las tardes. Su familia vivía en un departamento tan pequeño que por años durmió junto a su hermano y madre en el mismo espacio.

Vegas pensó que al cumplir la mayoría de edad e irse a vivir a los departamentos de la universidad le daría un respiro de todo aquello, porqué sí, buscaba desesperadamente huir de su casa.

Cuando se presentó a los quince años como Alfa fue la mejor noticia para la familia, pues su mamá rezaba día y noche para que fuera un alfa, encontrará un empleo con un salario bueno sin la necesidad de estudiar la universidad, rogaba porque ese Dios al que tanto rezaba no la abandonará.

Vegas nunca renegó de su condición de Alfa de hecho aquel amigo peludo congeniaba demasiado con la personalidad de Vegas.
El problema se presentó meses después cuando llegó su primer celo y con ello la búsqueda de un Omega varon y no una omega femenina.

Vegas sabía sobre su bisexualidad desde muy pequeño, no era algo de lo que sé hablara, porque Vegas no lo veía como algo de importancia y su madre, bueno ella no tenía tiempo de absolutamente nada.

Pero ese día en el cual sus feromonas llamaban a los omegas machos, ese día su madre cayó en cuenta de lo que pasaba y se desató ese juego constante de odio y reclamos, sabía que su madre había perdido por completo ha aquel Vegas que fantaseo y deseo por completo, aquel Vegas alfa con un trabajo estable y bien pagado, con una familia hermosa, acompañado de una omega y sus cachorros. Ayudando caritativamente a su madre y por qué no, hasta haciéndose cargo de su hermano pequeño.

Vegas se sintió culpable en ese momento y todos los siguientes años, pero en algún momento de su vida simplemente lo dejo a lado.

Dejo todo ese sentimiento, pero nunca lo olvidó, a sus veintidós años, con una carrera en filosofía y letras, con un trabajo de medio sueldo aún seguía buscando el perdón de su madre de manera inconsciente y eso lo llevaba a ir cada jueves a terapias de lenguaje con su hermano. En un centro nuevo a dos horas de su hogar y de la universidad esto llevaba a la pérdida de un día completo de sueldo que lo hacía mantenerse a raya cada fin de mes, entre pagos de la universidad y el departamento que compartía con Tayn, su mejor amigo desde la preparatoria.

-¿Macao, dónde esta Macao?- repetía alegremente su hermano menor a Vegas.

-ahí esta Macao- Su hermano tendía a repetir diálogos de aquello que le provocaba felicidad y cierta excitación. Era la manera en la que podía comunicarse.

Vegas mantenía una relación cercana y cariñosa con Macao, pero sinceramente estaba cansado, era la decima vez que cambian de terapia en los catorce años que tenía su pequeño hermano y aunque en un principio el avance fue grandioso en algún momento su lenguaje se estancó desde ese momento su mamá se empeño a buscar en todas las partes posibles, claro, aquellas en las que era gratuito, pagadas completamente por el gobierno y eso llevaba hacer cuatro horas de camino por solo una hora de terapia y cero avances.