CAPÍTULO 3: El bar.

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Al día siguiente. - 20:58.

La verdad pensé que Félix me iba a sorprender; aquí en The Cavern Club por lo general vienen bandas reconocidas a hacer tributos o presentar su propia colección de música, pero nada salido de lo normal. Yo esperaba algo más emocionante; acampar en un bosque donde habiten osos o al menos emborracharnos y drogarnos con algunas mujeres para conducir a toda velocidad en nuestras camionetas, pero el destino no siempre es agradable y lamentablemente toca aceptar lo decepcionante que es el día a día.

Félix es un buen tipo, físicamente el típico nerd de gafas y barba semi poblada, la deferencia al estereotipo básico de los frikis es que no es gordo, tiene un buen gusto para la vestimenta y la moda, en teoría eso hace que no se mantenga en la friendzone con las mujeres, ha sido un gran amigo desde la infancia, lo conocí debido a unas clases privadas de música que mi padre me pagaba cuando era pequeño, él y dos niñas más asistían a mi casa, donde un profesor nos enseñaba a tocar piano a nosotros y violín a ellas. Todos éramos hijos de los amigos magnates de mi padre; empresarios millonarios que odiaban a la humanidad, personas escrupulosas que manejaban la bolsa de valores de Londres a su voluntad. El padre de Félix era el principal accionista de Barclays; una compañía de servicios financieros que tiene su sede principal en Londres y opera a nivel mundial, cotiza en la Bolsa de Londres, de Nueva York y de Tokio, en resumen, Félix es mi mejor amigo, dueño de grandes secretos que me pertenecen y mi salvoconducto para mantener a salvo la fortuna que mi padre dejó ligada a bancos y propiedades, algo así como mi propio testaferro.

Volvamos al bar:

Frente a mí tenía a una rubia que no paraba de mirarme, creo que pude contarlas y fueron cuatro veces. Su figura es atractiva: ojos azules, cabello por los hombros, mejillas con hoyuelos pícaros, una nariz bastante refinada y pequeña, y si hablamos de su cuerpo, tiene las medidas de una modelo, no tan a mi gusto si soy sincero, claro que su cintura tenía el agarre perfecto para dejarse rodear con mis dos manos.

Al lado de ella, su amiga la castaña, tenía unos labios tan jugosos y provocativos, lo que hacía preguntarme: "¿sería pecaminoso imaginarla arrodillada frente a mí?". Aunque ésta me atraía más que la rubia, aún seguía sin encontrarle una esencia propia que no pudieran brindar todas las demás chicas que merodeaban el lugar.

- Harry, son mis amigas de la universidad, Enola y Amber. –Félix interrumpió mis pensamientos, que desagradable persona.

- Mucho gusto, Harry Hale. –tomé la mano de la mona e hice una pequeña reverencia.

- Amber Styles, un placer. –aprovechó para detallarme mejor y seguir clavándome la mirada.

- Harry Hale. –repetí, pero esta vez tomando la mano de la castaña. – hermosos labios. –dije sin dejarla hablar.

- Gracias. –se sonrojó y con su otra mano organizó su cabello detrás de su oreja– Enola Brown. –se presentó.

Esa era.

Ese gesto que hizo con su mano al acomodarse el cabello me deja ver lo tan sumisa que era y cómo los nervios junto a la pena le controlaban el cuerpo, quizá era una chica algo introvertida, pero con ganas de encajar en la sociedad, tímida con ganas de devorar el mundo o en llegado caso, ser devorada. Quise decidirme por esa, además Amber lleva intentando intimidarme desde que llegamos, es obvio que no funcionaba, pero intentaba tener el control y lamentablemente yo era el único que dominaba.

Daría igual también cual escogiera, no pensaba conquistar esa noche. Era muy selectivo y más para el sexo, no lograba compaginar con cualquier mujer así su físico fuera algo esplendoroso, debía haber química, algo que me conectara con la persona. Solía comparar el sexo con el arte y cabe resaltar que no todo el que pinta hace grandes obras.

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