Capítulo 1. Un ascenso inesperado

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Un ruido la despertó de manera espontánea. Era el parloteo frívolo de la secretaria con sabrá-Dios-quién a través de una clandestina y, lo que ya apenas parecía, disimulada videoconferencia, que había aumentado de intensidad. Fuera quién fuera, debía ser alguien a quien le gustara mucho algo tan trivial, nimio y estúpido como la nueva moda de Illium: vestidos de color azul y púrpura mate, hechos con látex poliextirado, licra sintética y un horrendo omni-estampado con motivos florales que varían en función de la posición de quien los ve. Aunque era verdad que peores cosas se habían visto en los puestos del mercado de Omega, a la Sargento de Infantería le parecía una tontería debatir sobre un tema como ese, tan infantil y estereotipado. Además, nunca tendría la intención de ponerse tales harapos alienígenas. Eran imprácticos, incómodos y nada térmicos; por no hablar de que parecería otra fulana azulona más, como si no hubieran bastantes ya repartidas por toda la galaxia. Caspian practicaba un celibato miliciano, no poniéndose otra cosa encima más que sus prendas holgadas pero flexibles de soldado. No era una mujer hecha a la moda, siendo casta y fiel a la indumentaria del ejército en todo momento.

Maldiciendo a los mil demonios que remilparieron los dichosos trajes, la mujer se incorporó de manera torpe y entumida sobre la silla plateada. Habían pasado unos buenos minutos desde que se sentó allí, y ya se le habían llegado a marcar en la parte baja del trasero unos pequeños cuadrados por culpa del diseño en forma de celosía del asiento. Le costó asimilar que se había quedado dormida, y más saber dónde estaba. El viaje a la Estación de Arturo y las pruebas médicas de entrada habían alterado su horario de sueño y, con él, toda su percepción temporal. Sólo quería hablar con el Jefe en cuanto antes y así poder irse a descansar.

La señora abandonó su conversación fútil abruptamente cuando un aviso parpadeó en su escritorio: el Comandante ya estaba listo para atender a Caspian. Así lo interpretó y se lo notificó a la somnolienta mujer que estaba en la banqueta de espera y parecía mirarla con cara de pocos amigos.

—     Acabemos con esto cuanto antes.

Caspian entró en la estancia del superior. No era muy amplia, de frugal mobiliario: alargada más que ancha y, aparte de las condecoraciones desordenadas, no había ninguna cosa trascendental más que una mesa de despacho al fondo de la habitación con sus respectivos asientos. Tampoco era muy bonita, nada atractiva. Las paredes contaban con un sobrio color grisáceo amarronado, dando una sensación de tedio letal. Era anticuada, y aburrida; obsoleta y añeja. Sin ventanas. Asfixiante. Una placa desgastada de la mesa rezaba "Oficial Jerjes H. Alfaro, Comandante de Relaciones Galácticas", un ridículo título que más bien tenía pinta de ser sacado de unos dibujos animados infantiles. La sargento creyó, por un momento, que había viajado dos siglos atrás en cuanto a estilo: aunque agradeció, con juicio frío y mentalidad conservadora, el ambiente regular de trabajo que connotaba la sala.

Ni había dado dos pasos cuando sonó el sonido amortiguado de una cisterna en una desconocida habitación contigua. Un hombre fornido salió al rato de una puerta oculta, a uno de los extremos de la habitación. Llevaba una PDA en la mano. Caspian supuso que su estancia en el baño había sido amena, pues pudo divisar desde su posición cómo el aparato mostraba la portada de un medio digital de deportes y entretenimiento humano bastante conocido. El Comandante no tardó en percatarse de su presencia.

—     Oh, ¿Poly ya te ha dejado entrar...? – Titubeó. Parecía nervioso, y razones tenía. No por su vergonzosa aparición post-higiénica, sino por otros motivos más relevantes  –. 

La mujer, que ya andaba airada por la espera y la somnolencia, otorgó respuesta con un tajante silencio a la tan obvia pregunta. Cruzada de brazos, pretendió reprocharle la falta de profesionalidad con la mirada, cosa que surgió efecto. El Comandante Alfaro, muy entendido él, corrió un tupido velo sobre el tema con una maniobra competente: carraspeó, hizo caso omiso la situación incómoda y se sentó delante de su casillero con una soltura formal y protocolaria; aunque aún se le notaba un atisbo de intranquilidad. Caspian le siguió el juego y también tomó asiento, en frente de su superior.

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⏰ Última actualización: May 16, 2015 ⏰

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